CONSEJO A LA MUJER
Puesto que cuando nuestras gónadas se llenan, como los astros que del cielo a las criaturas de la tierra imprimen su carácter, así dan influjo a nuestro ceso, cambiando a rojo las cándidas ideas, y esa misma energía, cuando ebulle enardecida, sin ganchos ni grilletes que le detengan, sin el fortín de la prudencia, mudan nuestros propósitos por otros más candentes, he hinchan la lengua del mancebo en almibaradas ofertas, para dirigir el caudal de sus deseos hacia una obtusa dama, llenándola, atosigándola de falaces ilusiones, ficticias promesas, que ni él mismo acredita ni concibe. Y después, saciado el lascivo apetito, languidecido, como el fuego que ya consumió el pabilo; en el nadir la otrora llamarada, la abandona como el vampiro que ha vaciado de las venas la sustancia. Pasa así a menudo, y es necesario que comprendan, ustedes damiselas, que la persona que les ame, y respalde su cariño con lozanos efectos, respetará el compás donde se hallan, sin brincar la melodía ni mitigarla y semejante al águila calva; tendrán una vida en pareja juntos. No intenten pues llegar a Marte sin cruzar la luna, que después, ustedes: sumun de la belleza, tendrán tiempo de vivir bajo los auspicios del lucero matinal.
Adonaí
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