No quiero que el tiempo vaya marcando el paso del verso
que me estalla; no necesita el aire ningún diapasón, mi voz es el
viento. No quiero y no creo que el tiempo solicite la luz cada mañana,
que las estrellas salgan al anochecer, pues las llevo dentro.
No, no voy a hacerlo más que cuando miro atrás no veo nada y
no es cuestión de concederle tiempo al tiempo, tiempo al tiempo...
Si hay algo que es mío, es este inexorable latido que me mide
con balas diminutas en el corazón; yo aprieto el gatillo para que
dispare lo más pronto posible esa sed de sentimientos que quedó
insatisfecha de tanto esperar. Ya no espera nadie.
No, no voy a
hacerlo más...
Y a mí qué me importa que la prudencia exija que el
tiempo se parcele para quemar etapas con moderación; los años son horas.
Después de la noche no dejaré que vuelvan las horas a su sitio, la
geografía deja de ser inmortal. El fuego es el orden.