Disiento de nuestro joven y flamante procurador cuando dice que el machismo es una cosa del pasado. No lo es en nuestro país y está presente en todos los estratos de la sociedad; va de la mano con la doble moral que impera en materia de sexualidad. Vivimos en un país machista donde el hombre asienta su poder económico, sexual y sentimental sobre la mujer (en todas las clases y sectores sociales) y en una sociedad muy erotizada pero a la vez llena de tabúes donde los mensajes nunca son claros.
Los niños y adolescentes de sexo masculino ejercen una sexualidad temprana con el ojo benevolente de las familias, sin embargo esta sexualidad temprana no está exenta de violencias y violaciones, lo que perpetúa el ciclo de la violencia sexual aunque esto generalmente no sale a la luz.
A las niñas les dicen desde que caminan que “no se enseñan los panties”; sin embargo, desde que las chiquitas se menean como chapeadoras las mismas madres las promueven, las aplauden y se mueren de la risa. Feminizan las niñas a ultranza: taquitos y maquillaje se combinan en una mezcla que parece a veces exhibición de mercancías.
La no comunicación padres/hijos sobre los temas de sexualidad, o el silencio en las escuelas, o de las iglesias, es un contrasentido cultural tomando en cuenta que nada de la sexualidad más cruda es ajena a nuestros niños y niñas.
Dentro de este contexto, la violencia y la erotización están presentes en la música, en los bailes, en la televisión, en la calle, en la forma sensual de vestirse de las mujeres y de los varones, en los piropos, en el vocabulario. La sensualidad es parte de nuestra cultura, es cierto, pero se la debe acompañar de una educación de primera, de educación en valores, de educación sexual integral, de educación musical y artística de calidad, de opciones de sano esparcimiento y del fomento de una cultura de paz.
Necesitamos formar con urgencia personas calificadas, con habilidades sociales y sin prejuicio, para acompañar nuestros niños, niñas, adolescentes y sus familias en un camino que rompa las cadenas de la violencia, de la violencia intrafamiliar y del machismo. Como lo decía el Mahatma Gandhi, “a los niños antes de enseñarles a leer hay que ayudarles a aprender lo que es el amor y la verdad”.
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