San Pablo a Timoteo 2 4,6-8.16-18.
Querido hermano:
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima:
he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe.
Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación.
Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!
Pero el Señor estuvo dándome fuerzas, para mi lado, a que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Lucas 18,9-14.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
3º sermón para la Anunciación. 9-10
“El publicano… ni tan sólo se atrevía a levantar los ojos al cielo”
¿Cuál es el vaso en el que la gracia se derrama con preferencia? Si la confianza es para recibir la misericordia, y la paciencia para acoger la justicia, ¿cuál es el recipiente que podemos proponer que sea apto para recibir la gracia? Se trata de un bálsamo muy puro y necesita un recipiente muy sólido. Ahora bien ¿qué hay de más puro y de más sólido que la humildad de corazón? Es por eso que Dios “da su gracia a los humildes” (St 4,6); es justamente por ello que “pone su mirada en la humildad de su esclava” (Lc 1,48). Y es justo, porque un corazón humilde no se deja ocupar por el mérito humano, y por ello la plenitud de la gracia puede derramarse aún más libremente…
¿Habéis observado al fariseo orando? No era ni ladrón, ni injusto, ni adúltero. No descuidaba tampoco la penitencia. Ayunaba dos veces por semana, daba el diezmo de todo lo que poseía… Pero no estaba vacío de sí mismo, no se había despojado de sí mismo (Flp 2,7), no era humilde, sino, al contrario, engreído. En efecto, no estaba preocupado por saber lo que todavía le faltaba, sino que exageró su mérito; no estaba lleno, sino hinchado. Se marchó vacío por haber simulado la plenitud. El publicano, por el contrario, porque se humilló a sí mismo y tuvo cuidado de presentarse como un recipiente vacío, se pudo llevar una gracia tanto más abundante.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
MACHI V