Te percibo a diario como la rutina,
en el olor del cafecito mañanero,
el sonar de los pasos que se alejan
tras sus ocupaciones.
En el aroma de las flores del jardín
y el reverdecer de las hojas recién acariciadas por la lluvia,
en la elegancia del Riquirriqui,
o la pigmentación de los capachos,
o en el agua con que las regabas cariñosamente.
La Hiedra se extiende, se aferra a la pared
como tu a mi recuerdo permanente.
Esta tan hermosa!, si pudieras verla!
desde la mecedora del corredor
donde pasabas horas en actitud contemplativa
tejiendo pensamientos mientras yo iba y venia
ignorando que estos se perdían en el mas allá
adonde deseabas pernoctar para descansar tus malestares físicos
y también los emotivos ante esa dura encrucijada
de la obligada despedida.
El amor se aprecia y mide en su inmensidad
cuando llega la eterna ausencia.
No hay rincón del alma que no se estremezca
cuando te percibo aun entre mucha gente,
o en la soledad de mi cuarto,
en la silenciosa madrugada,
o cuando te filtras por mis poros para despertar la musa
agitando la inspiración,
convirtiéndote en motivo permanente de mi poesia.
Me aferro a tu almohada
y hasta en mis sueños surges
contándome chistes y ocurrencias
y al despertar, engalana mi rostro,
una sonrisa.
Trina Lee de Hidalgo
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Imagen de internet.
4.20. p.m.
10-11-2016.