EL CAIRO.- Las sillas de las calles de El Cairo tienen su historia y su dueño. Están viejas y rotas, y les falta alguna pata, el asiento o incluso el respaldo, pero conservan toda su utilidad: porteros, policías o simples viandantes reposan en ellas de sus quehaceres diarios.
De plástico, de madera o con relleno de gomaespuma, hay para todos los gustos. Se pueden ver atadas con cuerdas a un árbol, apoyadas en las escaleras de un edificio, o incluso sosteniéndose gracias a un bloque de cemento.
Y es que pasear por las calles cairotas supone encontrarse con sillas en cada esquina y en cada portal, que conforman la imagen de la ciudad y narran su propia historia.
Lo más llamativo no es solo su presencia en los rincones más insospechados de la ciudad, sino las ingeniosas y chapuceras restauraciones que han hecho sus dueños para alargar sus vidas y recuperar su función básica: servir de asiento, en cualquier lugar o momento.
David analiza que el libro es una "mirada personal e íntima a la ciudad desde las curiosas sillas que se encuentran desparramadas en todas las esquinas y aceras" de El Cairo.
"Cuando llega a mis manos una silla rota, no la llevo a un carpintero, la arreglo yo mismo. Tengo unas ocho sillas de todo tipo, las he pintado y restaurado, y las voy alternando", explica a Efe Mohamed Abdelkader, de 34 años y "bauab" (portero) de un edificio del acomodado barrio de Zamalek, en El Cairo.
Sentado en su silla, celebra que los tres años que lleva trabajando en ese lugar son solo una pequeña parte de la historia del asiento. "Tiene más de catorce años y el dueño del edificio me ha prohibido tirarla. Por aquí ha pasado mucha gente", advierte.
Es su trono y no se lo deja a nadie, dice Abdelkader, que especifica que para eso tiene más sillas viejas, para que los viandantes puedan sentarse a su lado a descansar y a mantener una charla con él para "hacer más amena" su vida de portero.
Abdelkader cuenta que su función es limpiar el portal, arreglar las flores, regar las plantas y quitarle el polvo a las sillas, mientras espera a que las mujeres "que vuelven de la compra le saluden" o los hombres que se dirigen a cualquier cafetería, le acompañen un rato a "fumarse su shisha (pipa) o le inviten a un té".
Por su parte, Mohamed Hanafi, de 56 años, exmilitar del Ejército egipcio, muestra su silla de mimbre mejorada con un relleno esponjoso.
Ha montado su casa en la acera, con una cama sobre una caja de madera y cubierta con un par de mantas e incluso un florero hecho con una botella de refresco.
Como Hanafi, que lleva doce años trabajando de vigilante, muchos de los "bauabs" que trabajan como porteros de casas, embajadas o edificios institucionales, viven en la calle o tienen que adaptarse al poco espacio que disponen para recrear lo más parecido a un hogar.
Por su parte, Raafat Sabet, de 56 años, detalla que su vieja silla, que ha restaurado colocando de asiento un trozo de madera envuelto en una bolsa de plástico y de respaldo un cartón, tiene más de veinte años.
De su padre, heredó la lavandería que dirige y la silla en la que se sienta. Pero además, cuenta con al menos otras cinco sillas reformadas para que "sus clientes puedan reposar un rato" o "no esperar de pie" su ropa limpia.
Estas sillas se han convertido ahora en las protagonistas de un libro publicado por la egipcia Manar Mursi y el dominicano David Puig.
En El Cairo, la gente utiliza la calle como "espacio privado" porque es donde pasan más tiempo, asegura Mursi, que junto a Puig, han recogido en el libro "Sidewalk Salon" (Salón en la acera), fotografías de "las mil y una sillas" de las calles de la capital egipcia.
Manar explica que a los egipcios "les gusta mucho reciclar las cosas que encuentran en la calle", pero advierte de que no entienden cuando a alguien le llama la atención la restauración que han hecho de un objeto, como es el caso de las sillas.
"Algunos pensaban que estábamos sacándole fotos a un fantasma, porque fotografiar una silla vacía les extrañaba. Otros lo entendían como una ofensa, porque se piensan que estás tomando imágenes de un objeto viejo y roto para reírte de ellos", afirma.
Pero cuando se les explica que se trata de una curiosidad sobre su capacidad de montar y desmontar cualquier objeto para darle utilidad, "lo ven de otra manera", dice Manar.
Por su parte, David analiza que el libro es una "mirada personal e íntima a la ciudad desde las curiosas sillas que se encuentran desparramadas en todas las esquinas y aceras" de El Cairo.
Ambos buscan ahora financiación para poder imprimir las fotografías que han realizado para ese libro, que empezaron a idear hace cuatro años.
"Nos llamó la atención cómo la gente, para sentirse más cómoda en su silla, usa técnicas de reciclaje muy originales, y hay sillas de todo tipo, tanto que parece un museo", sentencia David.
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MACHI V