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General: LECTURAS
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De: MachiV (Mensaje original) |
Enviado: 11/12/2016 20:21 |
Domingo 11, Diciembre 2016:
Tercer domingo de Adviento Santa María Maravillas de Jesús Leer el comentario del Evangelio por San Cirilo de Alejandría : “Los ciegos ven..., los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva.” (Mt 11,5) Isaías 35,1-6.10.
¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!". Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.
Salmo 146(145),7-10.
El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados, el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados. El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. Santiago 5,7-10.
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
Mateo 11,2-11.
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!". Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia Primer diálogo cristológico, 706; SC 97,
“Los ciegos ven..., los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva.” (Mt 11,5)
“Aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo...él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11). ¿Es posible que a una humanidad igual que la nuestra es dado poder para bautizar en Espíritu y fuego? ¿Cómo es posible? Y no obstante, hablando de un hombre que todavía no se había presentado, Juan declara que éste bautiza “en Espíritu y fuego”: no como lo haría un siervo cualquiera, insuflando a los bautizados un Espíritu que no es el suyo, sino como alguien que es Dios por naturaleza, que da con su poder soberano lo que es suyo y le pertenece por naturaleza. Gracias a esta verdad se imprime en nosotros el sello divino. En efecto, En Cristo Jesús somos transformados en imagen de Dios; no en el sentido de que nuestro cuerpo tenga que ser remodelado, sino que recibimos el Espíritu Santo, incorporándonos a Cristo mismo, hasta tal punto que podemos exclamar llenos de alegría: “Mi alma se alegra en el Señor, porque me ha vestido un traje de gala...” (1R 2,1). El apóstol Pablo dice: “Todos los bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,27). ¿Hemos sido, pues, bautizados por la fuerza de un hombre? Silencio, tú que no eres más que hombre. ¿Quieres echar por los suelos nuestra esperanza? Hemos sido bautizados por Dios hecho hombre. Él libera de las penas y de las faltas a todos lo que creen en él. “Convertíos, que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo...y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,38). El libera a los que se acogen a él...hace emerger en nosotros su propia naturaleza... El Espíritu pertenece al Hijo que se hace hombre semejante a nosotros. Porque él es la vida de cuanto existe.
DE LA RED
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
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De: cabaña |
Enviado: 12/12/2016 08:01 |
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De: cabaña |
Enviado: 12/12/2016 08:04 |
PSICOANALISIS DE LA AMISTAD 3
SOLEDAD Y DESARRAIGO DEL HOMBRE MODERNO
La mayoría de las relaciones entre adultos no valen mucho más. Es verdaderamente espantoso escuchar la conversación de personas cultas en una cena o cóctel. Lo más a menudo no tienen nada que decirse. El éxito de ciertos juegos, como por ejemplo el bridge, se explica sin duda porque proporcionan a la gente la impresión de escapar de su soledad, sin tener que hacer el gasto de la conversación. Pero estos paliativos no pueden ofrecer una solución, por poco satisfactoria que sea, al angustioso problema que plantea la soledad del hombre moderno. La misma familia no es, a menudo, más que una yuxtaposición de soledades. Creen conocerse porque están siempre juntos, mientras que en realidad -nadie se abre verdaderamente a los demás. Evidentemente, se "quieren", pero con un amor puramente instintivo, animal, en el que las facultades propiamente humanas casi no participan. No se comprenden, no sospechan siquiera que haya algo que comprender en los padres o en los hijos, en los hermanos y hermanas. La gran mayoría de las desinteligencias conyugales de que he tenido ocasión de ocuparme profesionalmente, no tenían su origen en la desarmonía carnal, sino en la falta casi total de comunicación de los espíritus. El desacuerdo carnal mismo, como tendremos oportunidad de establecerlo en otro capítulo, no es, lo más a menudo, sino la consecuencia de la falta de comunicación espiritual. Esta falta se hace sentir tanto más negativamente cuanto los seres poseen mayor desarrollo intelectual. En numerosos casos, esta disparidad entre la madurez intelectual y la pobreza afectiva, causa principal de la ausencia de comunicación, da lugar a neurosis más o menos graves. M. R., de cincuenta años de edad, melancólico, no experimenta ningún gusto por la vida, ve todo con pesimismo; su juicio sobre 'los seres humanos en general y sobre cada una de sus amistades en particular, es de lo más desilusionado. Ha realizado varias tentativas de suicidio y atribuye a su cobardía no haber osado llegar hasta el fin. Sin embargo, tiene una ocupación bien remunerada y socialmente bastante halagadora. Está casado con una mujer que está muy lejos de ser mala, que cuida muy bien de él y con la que casi no tiene choques. Sus hijos triunfan convenientemente en sus estudios y moralmente le proporcionan toda clase de satisfacciones. ¿A qué se debe entonces ese "complejo de infelicidad", ese disgusto por la vida? En el curso de la psicoterapia se comprueba que M. R. no ha tenido jamás, a lo largo de toda su vida, verdadero contacto afectivo. Es "bueno", todo el mundo es bueno con él, pero nadie lo ha amado nunca verdaderamente, como tampoco él ha amado verdaderamente a nadie. Ha hecho un matrimonio de conveniencia; sus relaciones con sus hijos se basan en "principios" él cumple sus deberes para con ellos, ellos lo obedecen,' pero ni de una parte ni de otra hay ningún calor afectivo. R. experimenta, pues, el penosísimo sentimiento de que ni su mujer ni sus hijos ni sus colegas y conocidos lo comprenden. En una sesión posterior, reconoce que él tampoco ha hecho nunca nada para comprender a los demás, ni para darse a conocer a ellos en lo que cree ser más auténticamente él mismo. Más aun, hasta una toma de conciencia consecutiva a la psicoterapia (es su "neurastenia" la que lo ha hecho consultar al doctor), nunca se le había ocurrido la idea de que las relaciones interhumanas pudieran y debieran ir más allá de la "buena armonía". Durante mucho tiempo se había sentido perfectamente satisfecho de su suerte. Cuando finalmente se sintió acuciado por el sentimiento de fracaso y desdicha, no estableció ninguna relación entre este complejo y lo que él llamaba Su "salvajismo". En el curso del tratamiento aprendió a dialogar primero con su psicólogo, después con sus familiares y finalmente hasta con sus colegas. Le nacieron amistades y toda su vida se encontró trasformada, así como su concepción del mundo y de la humanidad entera.
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De: karmyna |
Enviado: 15/12/2016 02:23 |
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
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