Me abandono al espíritu del viento,
que en abrazo invisible me rodea;
me susurra sensual, me balancea,
gentileza a la vez que atrevimiento.
Penetra mis recodos, en intento
de disfrutar mi piel, y serpentea
sobre ella, amante audaz, que saborea
cada tacto, temblor, deslizamiento.
Sedoso o agitado, su objetivo
será provocador, mas no ofensivo.
¿No es de tal modo que el amor soñamos?
Se me ofrece y me ofrezco, y me posee.
Sea el dios que en sus alas me acarree
a ese Olimpo carnal a que aspiramos.