En la teología cristiana, la iluminación es la apertura mental propicia y necesaria para que la experiencia mística de la divinidad ocurra. En las enseñanzas del Buda,
el despertar interior es la liberación de los apegos y las aversiones y, por ende, la cesación del sufrimiento emocional. ¿Qué tan diferentes son estos dos estados
mentales? Totalmente. ¿Requieren de maestros espirituales? El despertar interior no.
Según Evagrio Póntico, monje y asceta del siglo IV, la vida cristiana giraba alrededor de tres aspectos -el cuerpo, la mente y el espíritu- y el camino hacia la
experiencia mística pasaba por igual número de etapas asociadas con tales aspectos: la purificación corporal, la iluminación mental y la unión espiritual con la divinidad.
Esta última era el propósito final e irrevocable de los aspirantes místicos.
Las experiencias místicas les ocurren a los creyentes, tanto de las grandes religiones como de muchas tradiciones religiosas menores, con variaciones sustanciales en las técnicas aplicadas y en los efectos producidos. Todas las experiencias místicas tienen en común el hecho de provenir de estados alterados de consciencia durante los
cuales las creencias de los devotos se proyectan sensorialmente como su realidad. Si alguien tiene fe ciega en los ángeles, terminará viéndolos.
A diferencia del carácter metafísico de la iluminación, el despertar interior es terrenal. En uno de sus diálogos más conocidos, cuando un monje le interroga sobre su
identidad, el Buda se describe a sí mismo como un ‘despierto’. “¿Es usted un dios? ¿Es usted un espíritu? ¿Es usted un ángel?”, le pregunta el monje curioso en
insistente secuencia. Siendo las tres respuestas negativas, el monje demanda: “¿Qué es usted entonces?”. “Un despierto”, responde el Sabio. Despierto es la traducción
exacta de ‘buda’; en sanscrito la raíz verbal ‘budh’ significa ‘despertarse’.
A pesar de su uso frecuente, es inapropiado referirse al Buda como un iluminado y a la extinción del sufrimiento como iluminación. Aunque el budismo es una tradición milenaria, sus primeros gateadas en occidente ocurrieron solo en el siglo XIX, cuando ‘iluminación’, proveniente del latín, era ya vocablo antiguo.
Las anteriores referencias lingüísticas y cronológicas señalan divergencias históricas entre dos aproximaciones para satisfacer la necesidad humana de trascendencia y no pretenden ser un argumento a favor de ninguna de ellas. “Los diccionarios son repertorios artificiosos, muy posteriores a las lenguas que ordenan”, dice Borges.
La búsqueda de la experiencia mística y la de la cesación del sufrimiento, a pesar de ser contrapuestas, tienen en común la considerable determinación que ambas
demandan. El camino de la iluminación es mucho más exigente. “Porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; mas si por el espíritu mortificáis las obras de la carne,
viviréis”, dice San Pablo. El camino hacia el fin del sufrimiento es la meditación de atención total y su práctica continuada; en sus inicios la meditación también necesita
de notable disciplina aunque no tanta, de ninguna manera, como la que precisa el ascetismo.
¿Se requieren maestros espirituales? Para el recorrido místico, que generalmente se transita en monasterios, supongo que sí. Para el camino del Buda, no. En cierta ocasión,
alguien interroga al Sabio sobre la razón por la cual muchas personas que le han escuchado permanecen extraviadas en sus trayectorias de vida. El Buda responde que él
ha explicado una ruta correcta para alcanzar un destino provechoso pero que el cumplimiento de las instrucciones es responsabilidad exclusiva de cada persona. Y agrega:
“Nada tiene que ver el Buda si alguien se extravía en su viaje; el Buda solo es el señalador del camino”.
Despertarse es una acción que cada cual hace por sí mismo; iluminarse demanda literalmente una luz externa, como la del Espíritu Santo, no necesariamente encendida por
la propia mano. La búsqueda de la experiencia mística cristiana conlleva renunciaciones y sacrificios; el despertar de las enseñanzas implica silencio mental y atención plena.
Nuestro despertar -nuestro esclarecimiento interior- es responsabilidad propia y no requiere de maestros que nos iluminen; nosotros no sabríamos cómo distinguirlos y en su búsqueda podríamos extraviarnos. Por supuesto que unos guías honestos ayudan; ellos bien pueden señalarnos el camino.
GUSTAVO ESTRADA