Hace algunos años, uno de mis interlocutores en un foro de religión en Internet
me escribió diciendo que la religión se ha vuelto un comercio y preguntándome
qué motivos hay para tener una religión y si es necesario tener una religión
cuando uno lleva una “vida sana".
La primera afirmación es muy injusta. Es cierto que existen “patologías de la religión":
superstición, magia, esoterismo, sectas con fines comerciales, etc.
Pero existe también -y es algo muy frecuente- la religiosidad auténtica.
Mi interlocutor planteaba la cuestión de la religión desde un punto de vista utilitario:
si la finalidad de la vida es “llevar una vida sana” y si esa finalidad se puede alcanzar
sin necesidad de abrazar una religión, entonces ¿para qué molestarse en tener una?
Creo que, para plantear correctamente la cuestión, deberíamos responder
las siguientes dos preguntas:
1. ¿Cuál es el verdadero sentido de la existencia humana?
2. ¿Qué relación tiene la religión con el sentido de la existencia?
En cuanto a la primera cuestión, la fe cristiana nos responde que el hombre
ha sido creado por Dios para que viva en comunión con Él, participando de su vida divina.
Si ése es el fin último del hombre, entonces una “vida sana” (mejor sería decir una vida santa)
será aquella que nos conduzca a la comunión con Dios y una “vida enferma”
será aquella que nos aleje de esa comunión, llevando al hombre a su frustración radical,
la muerte espiritual.
El Nuevo Testamento nos enseña que Dios es Amor y que el que permanece en el amor,
permanece en Dios y Dios en él. Por tanto una vida santa, moralmente recta,
será una vida regida por el amor verdadero a Dios y a los hombres.
Hemos adelantado ya mucho de la respuesta a la segunda cuestión.
Si el sentido último de nuestra existencia está en Dios y la “religión”
es la relación personal con Dios, entonces es evidente que somos seres
esencialmente religiosos y que la religión es la dimensión trascendente
de la persona humana.
Según la fe cristiana, la relación religiosa del hombre con Dios está basada
en un don gratuito de Dios, don que, acogido libremente por el hombre,
engendra una vida de fe, esperanza y amor. Dios nos amó primero,
hasta el extremo de entregarse completamente por amor a los hombres
en la Encarnación y la Pascua. El amor de Dios recibido con fe engendra
una alianza de amor entre Dios y los hombres, sellada por la muerte
y resurrección de Cristo. Para el hombre, vivir conforme a esa Alianza,
unido a Dios en Cristo, es el Camino para su plena realización.
En definitiva, el motivo más sólido para tener una religión es que hay una religión verdadera,
que responde verdaderamente a las aspiraciones más profundas del hombre.
Si de verdad hay un Dios que nos ha creado y que nos ama como a hijos,
entonces no es de extrañar que el corazón del hombre que conoce a Dios
sea movido por un fuerte impulso de gratitud,
alabanza y adoración hacia ese Dios que es nuestro Padre.
Daniel Iglesias Grèzes