No es necesario
ser millonario para ayudar a que el mundo sea un mejor lugar donde vivir. De
hecho, a menudo son las pequeñas cosas de la vida las que causan el mayor
impacto, como ayudar a una persona mayor a llevar sus maletas pesadas, alimentar
a un animal hambriento, o simplemente dedicar una sonrisa amistosa a una persona
infeliz. Hacer buenas acciones no es tan raro como mucha gente
piensa.