En un costado de la mesa deposité la jaulita, domicilio particular de la parejita de los *príncipes del amor*, diminutos pajarillos; ella blanca como un capullo de algodón, y él, siempre a su lado, de un grisáceo aterciopelado.
Para ayudarlos con la temperatura reinante, coloqué un pequeño recipiente con agua; y ahí andan contentos, entran y salen de su pileta de natación. Eso sí, uno por vez, el otro espera afuera: centinela. Al terminar el baño, saltan hacia la varilla más alta, y comienza la sección limpieza y secado. Con maestría innata, con el piquillo separan una a una las alitas para introducir y eliminar cualquier posible suciedad. Un deleite a los ojos del observador.
Hoy descubrí que en una de las horquetas del árbol, una junta de torcazas construyeron allí en lo alto, su nido. En estos momentos, él o ella, en su asiento sobre el nido me ofrecieron su mirada. Mantengo la mía. Quiero entender que me pregunta si la molestaré. -No chiquilla, ten calma, estoy aquí para cuidarte- Creo que me entendió, ni se movió.
Kyra, mi perra, está sentada a mis pies, como siempre. Soñolienta. Deja que el tiempo pase.
Una sensación de tranquilidad sumerge todo el natural ambiente en un estado como latente. No es fácil describirlo en simples palabras.
Los pájaros que llegan a visitar, se posan por ahí en los arbustos, descansan en su trajín de vuelos inquietantes; sus trinos regalan a mis oídos una melodía sin igual, que, me atrevo a decir, endulza todo mi cuerpo.
Y aquí estoy sentado compartiendo mis pensamientos y sensaciones. ¡Ah...!
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*Registrado/Safecreative N°1107069618449
*Imagen de mi jardín
*Música de fondo: Fausto Patetti/Petit Fleur