Dejarte volar
En la vida todo tiene su fin, la vida, las cosas, así como las relaciones, incluso las de amor verdadero terminan cuando una de las partes muere. Existen relaciones que cuando acaban duelen poco, otras mucho, otras ni siquiera llega a molestar que terminen, pero cuando se trata de una relación en la cual amas con todas tus fuerzas, cuando estás seguro de que fue tu primer amor verdadero, que cuando tus creencias dictan que para ti solo existe un único amor puro y mágico, ese día a tu vida llega una tormenta de ideas, sentimientos, contradicciones y tristezas que con el tiempo van cambiando, evolucionando o simplemente permanecen a lo largo de semanas, días y hasta años. Y es en ese punto donde ese sincero y noble sentimiento que se tiene, crea una simple y compleja idea que es “yo quiero que seas feliz, quiero verte feliz y daré todo porque sea así, no importa que sea o no a mi lado”. Cuántas veces lo he escuchado en la calle, en la televisión, en la radio, en el cine, pero aunque suene repetitivo y trillado, es una frase que cuando se dice basada en un sentimiento verdadero, es tan valiosa como el mismo amor. Pero que se convierte en un arma mortal, pues de forma inesperada, aunque se tiene conciencia de aquello, llega el día en que ves a esa persona que amas volar nuevamente, extender sus alas y sus brazos para ir rumbo a otra persona, las ves correr, amar nuevamente. Y tú apenas gateas. Entonces ¿qué pasa en ese momento? La frase que se dijo con amor y con la razón ¿dónde queda? Simplemente jamás se está listo para aquello y nos lleva más la emoción que la razón y más aún si los sentimientos persisten en nuestro corazón. Aquel día en que ocurre esto, es como que una daga te penetrase el corazón: te quejas, lloras, sufres, y al mismo tiempo sientes una alegría por saber que esa persona es feliz. Recuerdas los momentos a su lado, los buenos, los malos, los problemas, las alegrías, los planes, las locuras. Tu mundo se vuelve un huracán de sentimientos donde no tienes un norte que seguir, piensas en esa persona todo el día, no comes, no duermes y si duermes, sueñas con él o ella. Piensas en tus errores, en lo que pudiste hacer mejor, lo que debiste cambiar, mejorar. Asumes la culpa de todo lo ocurrido aunque no deba ser así, y en un instante que parece eterno, sientes su voz llamándote, sus caricias en tu piel, sus quejas que te gustan e inicia una película en tu mente de todo lo vivido desde que le conociste. Y de repente, empieza a correr una lágrima por tu mejilla, una simple gotita de agua que sale de los ojos pero que a la vez está cargada de dolor, pasión, iras, coraje, resignación. Y luego son dos, tres, cuatro gotas más y conforme esto ocurre, te desmoronas, bajas tus escudos y quedas libre ante el universo, sin máscaras ni protecciones. Solo tú. Poco después, el alma se va aliviando, el corazón calmando y el tiempo vuelve a tomar su transcurso natural. Piensas en varias cosas, tu ánimo no existe, las ilusiones se van y solo permanece ese sentimiento de soledad abrumadora, donde si eres religioso preguntas a Dios por qué si todo iba a ser así. ¿Por qué me dejaste amarle tanto? ¿Por qué permites que sufra de esta manera? ¿Qué ganaré con todo esto? ¿Por qué no puedes arrancarme este sentimiento de mi corazón? ¡Ayúdame a olvidar! Y si no eres religioso reclamas a la vida, a tu cuerpo o a aquello en lo que tú creas las mismas preguntas. Pero en cualquier contexto que haya sido, lo que se busca es una respuesta que jamás llegará, una paz que no tiene cabida, una esperanza inútil. Pasan las horas y los días parecen eternos, sueñas, buscas señales, recurres a acciones poco comunes, revives recuerdos una y otra vez, te falta el aire, te duele el corazón, no sabes cómo estar bien, cómo seguir con tus actividades y aún menos como concentrarte, y solo te imaginas a esa persona siendo feliz, besando otros labios, recibiendo otras caricias, riendo, disfrutando, preguntándote si piensa en ti. Y ante esto,muchos te dirán que lo veas como una oportunidad de avanzar, de ver por ti, de amar a alguien más, de que te des cuenta de que no era para ti, que es algo normal de la vida. Y la realidad es simple, nadie sabe realmente qué es lo mejor para nosotros en estas circunstancias Cuál es la cura o el camino a seguir, incluso uno mismo lo ve a ratos como absurdo sufrir por alguien que sigue haciendo su vida, pero la razón no puede más que el corazón cuando se ama, y solo nos queda esperar, tener fuerzas y esperar.
Juan Escalante