En el frío del invierno
Es tu abrigo mi cobijo
Me embarga el olor de castañas
Humeantes formas dibujan
Runas entre brumas
Suspendidas que se empinan
Y se cuelan por la esquina
De ésta entreabierta ventana.
Mi razón se afina.
Cuando escapa la mañana
Y el vago canto ensoñador
De aquel viejo acordeón
Despierta almas casi muertas
Calientan las gélidas gargantas
De los que no sienten nada.
Almas conformadas
En contorno recargado,
Marchito y demacrado.
Me vuelvo y te miro,
Amor, y en tus ojos limpios
De codicia, libres de amargor,
Sólo en ellos encuentro mi valor,
Lumbre chispeante
Que honra la estrella de este amor.
Y una luna dibuja el círculo protegido…
El de mi abrazo contigo.
Y al otro lado de la etérea línea,
Velan los druidas.
María de Poniente