Arzobispo
Martirologio Romano: En
Toledo, en Hispania, san Eladio, que, después de haber dirigido los
asuntos públicos en el palacio real, fue abad del monasterio de Agali y,
elevado después al obispado de Toledo, se distinguió por los ejemplos
de caridad (632).
Breve biografía
Arzobispo
importante por su cometido entre los visigodos toledanos de su tiempo.
Tuvo el buen gusto de admitir al diaconado a san Ildefonso que le
sucedería también en la sede arzobispal de Toledo. Pasó dieciocho años
al servicio de los cristianos como sucesor de los Apóstoles, desde que
murió Aurasio, su antecesor en el mismo ministerio, y construyó también
el templo de santa Leocadia.
Su padre llevó antes que él su nombre y ocupaba un cargo importante en
la Corte. En familia de buenos cristianos nació Eladio, en Toledo,
pasando la segunda mitad del siglo VI. Llega a sobresalir tanto en el
cuidado de los negocios y tan merecedor es de confianza que el rey lo
nombra administrador de sus finanzas ¡un antecedente de los ministros de
Hacienda de hoy!
No se le sube a la cabeza de mala manera el honor, ni las riquezas, ni
el poder que su cargo conlleva. No, no se dejó deslumbrar por la
grandeza. Desde siempre era conocida su devoción y la fidelidad a las
prácticas de vida cristiana. San Ildefonso dice de él que «aunque vestía
secular, vivía como un monje». Y no le faltaba razón, porque
frecuentaba el retiro monacal del monasterio Agaliense próximo a Toledo y
algo se le pegaría.
Entre los afanes de las cuentas, recaudaciones, ajustes y distribución
de dineros le llega la hora de la vocación a cosas más altas. Hay un
cambio de negocio y quien lo propone es el Señor. Con voluntad
desprendida deja bienes, afanes terrenos, comodidades, familia y mucho
honor. Tomado hábito, a la muerte del abad, los monjes le eligen para
esa su misión.
Después viene otra muerte, porque así vamos pasando los hombres. Se
resiste Eladio a aceptar la distinción de arzobispo, pero la silla
toledana necesita un sucesor después de la muerte de Aurasio. Los años
no son obstáculo para reformar el estamento eclesiástico, mejorar el
estado secular y cuidar el culto divino. Como obispo no puede olvidar a
los más necesitados en lo material porque sin caridad no hay
cristianismo creíble; y es en este punto donde su discípulo y sucesor
Ildefonso escribe: «Las limosnas y misericordias que hacía Eladio eran
tan copiosas que era como si entendiese que de su estómago estaban
asidos como miembros los necesitados, y de él se sustentaban sus
entrañas»; este era un motivo más para cuidar la austeridad de su mesa
arzobispal, debía ser frugal en la comida para no defraudar a los
pobres.
Aún tuvo más entresijos su vida; negoció delicadamente con Sisebuto la
ardua cuestión que planteaba la convivencia diaria entre las comunidades
de judíos y cristianos que era fuente permanente de conflictos
religiosos y de desorden social.
Murió el 18 de febrero del año 632.