Cada cosa tiene su ciclo, la vida, el amor, la alegría, el dolor,
hasta la amistad; nada es eterno, solo Dios permanece de generación
en generación, El es el principio y fin del universo, su amor no
tiene caducidad.
Si hacemos un recuento de lo que hemos vivido, encontraremos que
existen personas que en su momento significaron mucho, cultivamos
sentimientos que creímos nunca pasarían, pero sin darnos cuenta
ahora ya no queda nada, solo huellas y recuerdos de lo maravilloso
que fue o quizás cicatrices que dejaron las heridas grabadas en lo
más profundo del alma.
Muchas parejas se juran amor eterno, algunos rompen ese juramento,
otros son separados por la muerte y muy pocos se van a ese mismo
lugar a inmortalizar ese sentimiento ahí donde no hay final, porque
no existe el tiempo.
Hay que estar preparados, para enfrentar esos períodos de unión y
rompimiento, de olvidos y recuerdos, de promesas y quebrantamientos;
y así saber enfrentar los instantes de desprendimientos, siendo
testigos de todo lo que muchas veces, sin darnos cuenta se nos va de
las manos, como si fuera arrebatado por el viento.
Vive intensamente, lucha por ser y hacer feliz, aprovechando al
máximo esos momentos, pero no dejes que la rutina se apodere de ti,
ni que te estanques en el tiempo, aún si estás llorando o riendo. Di
hoy ese "te amo" a tus seres amados, aprovecha cada instante que
vivas a su lado, no sea que después sea demasiado tarde y todo haya
acabado, quedando los vacíos y remordimientos que se apoderan del
alma después de haber perdido lo más valioso que hemos tenido, sin
haberlo disfrutado y valorado.
Nada es para siempre, solo el amor de Dios nunca pasa ni envejece…