En casa de aquella niña
una vez a la semana
había para comer
potaje de alubias blancas.
Se sentaba a la mesa
sin intención de probarlas,
mareaba las alubias
mareando la cuchara.
¡Vete al rincón del castigo
-le dijo su padre un día-
y hasta que no te las comas
no te muevas de la silla!
Obediente y resignada
con el plato entre las manos
se dirigió al lugar
que le habían asignado.
Una vez se quedó a solas
se dirigió a la puerta
que conducía al patio
y del patio a la huerta.
Su intención era tirar
las alubias y esconderlas
pero aquel día el destino
quiso que así no fuera.
En ese preciso instante
una niña de su edad
le gritó tras de la verja:
¡No las tires, dámelas!
“Pasamos hambre en casa
pues no tenemos dinero,
desperdiciar la comida
sólo es propio de necios”
La niña volvió a casa
con la cara reluciente,
sonrisa de oreja a oreja
y el plato resplandeciente.
Y a partir de aquel día
el plato de alubias blancas
siempre se lo da a su amiga
una vez a la semana.
11-Mayo-2018