La tristeza
La tristeza es un
estado vital en el cual a la persona le cuesta tomar decisiones
acertadas, llevar a cabo actividades energéticas o tomar la iniciativa
pues su estado mental impide seguir adelante con las propias decisiones,
sobre todo si, además, se siente frustración, resentimiento, falta de
fe en uno mismo, melancolía o falta de aceptación del presente.
Cuando la melancolía
aflora, un antídoto es hacer un esfuerzo por valorar y agradecer lo
bueno que la vida nos ofrece, que nos ha ofrecido y que nos ofrecerá,
sintiéndolo como algo nuestro en el ahora.
Cuando la frustración
aparece, podemos imaginar o reconocer las buenas cualidades que existen
en algunas personas y extenderlas al resto, como si fueran una capa de
energía pegajosa que se adhiere al alma de aquellos a quienes llega.
También podemos sentir como este capa de energía de cualidades positivas
emocionales, nos envuelve y se asienta en nuestro corazón. De igual
modo, también podemos enviar la energía de nuestras propias cualidades y
habilidades a los demás como si fuera una alfombra de luz que bendice a
quienes ponen sus pies sobre ella.
De esta forma, contribuimos a potenciar aquello que calificamos como bueno o positivo.
Cuando el
resentimiento nos nubla los sentidos, nos concentraremos en el concepto
de la compasión, en la cual nos colocamos en el lugar del otro, de aquél
que nos causa sufrimiento, lo comprendemos aunque no lo compartamos, lo
respetamos y no lo menospreciamos y proyectamos amor, perdón y
liberación, visualizando como cada uno sigue su camino en paz, sin
cargas inútiles.
Cuando la tristeza va
acompañada de falta de fe en uno mismo, visualizaremos a nuestro niño
interior, ese niño amoroso, alegre por nacimiento que corría libre,
jugaba y se sentía maravillado ante cosas que pasan desapercibidas en la
edad adulta. Finalmente, le pediremos a ese amor que impregnaba el alma
del niño que se adhiera al adulto que somos ahora, el cual beberá de
esa cascada energética y vaporosa, infinita y poderosa que siempre está a
nuestra disposición.
Cuando la tristeza va
acompañada de falta de aceptación del presente, le pediremos al presente
que se presente como una caricia ante nosotros la cual sentiremos a
flor de piel gracias a los sentidos. Cuando toquemos, rocemos
intentaremos sentirlo tan intensamente como podamos y cuando los rayos
del sol o la frescura de las gotas del rocío se crucen en nuestro
camino, les agradeceremos que estén allí para recordarnos que la vida
pasa y que todo es transitorio, incluso la tristeza o las cosas que no
nos gustan, las cuales podemos disolver, valorando otras cosas buenas
por simples que parezcan y tratando de comprender que lo que no nos
gusta está ahí por alguna razón que no entendemos, pero que nos dejará
una valiosa lección y probablemente abrirá la puerta a nuevos caminos o
nuevas formas de pensar que se materializarán en nuevas experiencias. A
veces, la magia de la vida se abre a partir de la inquietud, del
sufrimiento, de lo imprevisible, de lo desconocido o de lo emocionante.
El poder de los cinco
sentidos y el ser plenamente conscientes de que están teniendo lugar
ahora mismo, nos ancla poderosamente en el presente, trayéndolo de este
modo a nuestra realidad y llegando a dejar en segundo lugar a aquello
que no nos gusta. Si además, aprendemos a mirar a lo que nos disgusta,
pero a la vez reconocer que ante lo que nos desagrada podemos también
sentir serenidad o alegría, descubriremos que no siempre es posible
sentir una sola emoción en este mundo dual y que la mezcla de dos o más
emociones cobra fuerza en lo cotidiano. De hecho, la verdadera serenidad
o paz es la que es capaz de cobrar fuerza a pesar de la tristeza, la
decepción o el conflicto.
Autora. María Jesús Verdú Sacases
JUANITA