Hoy, sin ser su santo, no me puedo resistir y he de felicitar a mi abuela María. Aunque ya no está, siempre hablo en presente de ella, porque la siento a mi lado y se que me cuida como antaño. Te veo en la cocina con tu delantal oscuro preparando la comida para todos. También zurciendo mis pantalones que rompo casi a diario (siempre me caía), o con tus botijos a la fuente ya que en casa no hay agua corriente, tampoco electricidad, somos muy pobres. Pero tú abuela no, tú eres rica en amor que repartes entre todos. Sé que a mí, es a quien más quieres, todos los días por las mañanas me das un beso, me lavas, me peinas y me llevas al colegio de las monjas. Yo me aburro con ellas, se pasan media mañana rezando y no me dejan hacer travesuras. Espero impaciente volver a casa y cuando llego me cuentas historias inventadas y yo me quedo escuchando con la boca entreabierta. También juego contigo, te persigo alrededor de la mesa y te hago chillar. Contigo me lo paso muy bien. Te deseo un feliz día, te doy un gran beso y te sigo queriendo como ayer y como lo haré mañana.
Autor: David de Rueda