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General: HABANERAS DE CADIZ
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De: nania2 (Mensaje original) |
Enviado: 23/01/2019 19:54 |
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No es el Malecón de La Habana: es el Campo del Sur. |
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No es el faro de La Caleta: es El Morro habanero. |
- Letra: Antonio Burgos
- Música: Carlos Cano
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Antonio Burgos: "A la libertad le tengo puesto el nombre de Cádiz" Entrevista en el boletín "Algo diferente", de La Gloria de Cádiz |
Antonio Burgos: "La letra de la "Habanera" fue una declaración de amor a Cádiz" (entrevista en la revista "Escaparate") |
"La frase correcta es: "Que la gente de Cai nacemos donde nos sale de los cojones", que entra mejor en el tres por cuatro" |
HISTORIA DE UNA CANCION.- El poema "Habaneras de Cádiz" (1984), al que Carlos Cano puso música, es desde hace veinte años como un popular pregón universal de la ciudad de Cádiz, con infinidad de grabaciones e interpretaciones por todo tipo de solistas y conjuntos. Ha sido grabada y cantada, entre otros intérpretes, por el autor de su música, Carlos Cano, María Dolores Pradera, Pasión Vega, Chano Lobato, Nati Mistral Los del Río; la coral polifónica Canticum Novum; Coral San Buenaventura; los grupos mediterréneos de habaneras Port Bou, Nubiola, Mar Endins, Aires del Vallés, Agua Dulce, Arrels de la Terra Ferma, Mestre d'Aixa y Els Cremats, entre otros; el coro gaditano de Julio Pardo o el coro de La Viña, entre muchas otras agrupaciones carnavalescas, Liuba María Hevia, etc. y figura en el repertorio de muchas bandas de música, como la del buque-escuela "Juan Sebastián Elcano" y de diversas tunas universitarias, como Telecomunicaciones de Valencia, Empresariales de Jerez, Tuna de Torrox o la Tuna Femenina de Derecho de Alicante. El Ayuntamiento de Cádiz ha dedicado a su autor en el año 2004 una calle en La Caleta,
camino del castillo de Santa Catalina, con un verso del poema esculpido
en el mármol de rotulación "Las olas de la Caleta que es plata
quieta..." Historia de la creación de las "Habaneras de Cádiz" (1984) Su letrista |
- Autor de la letra: Antonio Burgos
-
- I
- Desde que estuve, niña, en La Habana
- no se me puede olvidar
- tanto Cádiz ante mi ventana, Tacita lejana,
- aquella mañana pude contemplar...
- Las olas de la Caleta, que es plata quieta,
- rompían contra las rocas de aquel paseo
- que al bamboleo de aquellas bocas
- allí le llaman El Malecón...
- Había coches de caballos, que era por mayo,
- sonaban por la Alameda, por Puerta Tierra,
- y me traían, ay, tierra mía,
- desde mi Cádiz el mismo son...
- El son de los Puertos, dulzor de guayaba,
- calabazas, huertos...
- Aún pregunto quién me lo cantaba...
-
- Estribillo
- Que tengo un amor en La Habana
- y el otro en Andalucía,
- no te he visto yo a ti, tierra mía,
- más cerca que la mañana
- que apareció en mi ventana
- de La Habana colonial
- tó Cádiz, la Catedral, La Viña y El Mentidero...
- Y verán que no exagero
- si al cantar la habanera repito:
- La Habana es Cádiz con más negritos,
- Cádiz, La Habana con más salero.
-
- II
- Verán que tengo mi alma en La Habana
- no se me puede olvidar,
- canto un tango y es una habanera,
- la misma manera
- tan dulce y galana y el mismo compás.
- Por la parte del Caribe así se escribe
- cuando una canción de amores, canción tan rica,
- se la dedican los trovadores
- a una muchacha o a una ciudad...
- Y yo, Cádiz, te dedico y te lo explico
- por qué te canto este tango que sabe a mango,
- de esta manera esta habanera
- de piriñaca y de Carnaval...
- Son de chirigota, sabor de melaza,
- Guantánamo y Rota...
- ¡Que lo canta ya un coro en la plaza!
- Al estribillo y final
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Otro midi de las "Habaneras de Cádiz" (67K)
Otro midi más de las "Habaneras" (85K)
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HISTORIA DE UNA CANCION.- El poema "Habaneras de Cádiz" (1984), al que Carlos Cano puso música, es desde hace veinte años como un popular pregón universal de la ciudad de Cádiz, con infinidad de grabaciones e interpretaciones por todo tipo de solistas y conjuntos. Ha sido grabada y cantada, entre otros intérpretes, por el autor de su música, Carlos Cano, María Dolores Pradera, Pasión Vega, Chano Lobato, Nati Mistral Los del Río; la coral polifónica Canticum Novum; Coral San Buenaventura; los grupos mediterréneos de habaneras Port Bou, Nubiola, Mar Endins, Aires del Vallés, Agua Dulce, Arrels de la Terra Ferma, Mestre d'Aixa y Els Cremats, entre otros; el coro gaditano de Julio Pardo, la comparsa España La Nueva, entre muchas otras agrupaciones carnavalescas, Liuba María Hevia, etc. y figura en el repertorio de muchas bandas de música, como la del buque-escuela "Juan Sebastián Elcano" y de diversas tunas universitarias, como Telecomunicaciones de Valencia, Empresariales de Jerez, Tuna de Torrox o la Tuna Femenina de Derecho de Alicante. El Ayuntamiento de Cádiz ha dedicado a su autor en el año 2004 una calle en La Caleta,
camino del castillo de Santa Catalina, con un verso del poema esculpido
en el mármol de rotulación "Las olas de la Caleta que es plata
quieta..." Historia de la creación de las "Habaneras de Cádiz" (1984) Su letrista |
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Antonio Burgos, disfrazado del indiano de las
Habaneras, y "Chatín", el histórico componente de la comparsa de Paco
Alba, con el tipo de "Los hombres del Mar" durante el pregón de Carnaval
de Cádiz a cargo del primero, en 1988
Las Habaneras de Cádiz cumplen sus bodas de plata
"La Voz de Cádiz", 4 octubre 2009
E l festival de habaneras que llegó por primera vez al
Falla la semana pasada lo tenía todo para celebrarse en Barcelona. No
ocurrió. Los responsables de actividades de la UNED cambiaron el
escenario. Habían sabido de una canción de nostalgias y lejanías, de mar
y de horizontes: Habaneras de Cádiz. No hacen falta presentaciones.
En Internet, en los escenarios de los bares, las barras
del Carnaval y en las cabezas de los gaditanos de dentro y los del
exilio, nativos y adoptados, suena el comienzo de un tango que parieron
los versos de Antonio Burgos y los acordes de Carlos Cano. «Desde que
estuve, niña, en La Habana no se me puede olvidar tanto Cádiz ante mi
ventana, Tacita lejana, aquella mañana pude contemplar...» A solas. La
cantaban sin orquestas, ni bandurrias, ni bateas, más que las que los
sostenían en su cabeza. Matalascañas, 1984. Nacía un himno.
«Una vez fue que me movió la luz del faro, y le escribí a
Cádiz un poema de amor -explica el escritor sevillano-. Y una vez fue
que Carlos Cano le puso música a aquel poema de amor, porque en la
lejanía de las mulatas del Tropicana habíamos recordado a la misma
novia, Tacita, lejana Y una vez fue que Cádiz entero se puso a cantar
aquella copla».
La creación
Ese es el resumen literario, aunque la cosa pasó de
manera parecida. «Carlos Cano -fallecido en 2000- quería que hiciéramos
un trabajo juntos hacía mucho tiempo», cuenta Burgos. Claro, que los
viajes tienen finales inciertos. Ambos habían viajado a La Habana por su
lado y ambos habían venido con los ojos llenos «no de Cuba, sino de
Cádiz». Nunca vieron tanto Campo del Sur «como en el Malecón» y allí se
encontraban con una Andalucía no real, pero sí soñada. «La Cabaña
recordaba a la Torre Tavira» y las caderas de las mulatas del Tropicana
«tenían un algo de pecadoras grupas de las periquitas del Pay Pay».
Así que escribieron la habanera, primero la letra y
después la música, pero «había que meterse en Cádiz». Burgos se había
metido musicalmente una noche que vio por televisión el certamen de
habaneras de Torrevieja. «Aquello sonaba a coro, más sin gracia».
Volvió a José María Pemán en un librito con el texto de La viudita naviera,
que tenía varias habaneras. «Sólo había que cogerle el compás, como
quien escucha un cuplé en una tienda y se lo quiere aprender. De allí
salió el ritmo interior de la habanera, una idea métrica».
Le faltaba la gracia, así que se acordó de Lola Flores
vestida de La Legionaria de Quiñones, del brazo de Jesús Fernández
Palacios y de lo que le contó Carlos Cano. A la vuelta de cantar en la
Cuba de Batista, había dicho aquello de «Hijo, esto es como Cádiz, pero
con más negros y con más palmeras que las que hay en el Parque Genovés».
La Habana ya era Cádiz con más negritos, Cádiz la Habana con más
salero.
Burgos le había leído la letra por teléfono. Otoño 1984.
Mataban a Indira Gandhi, se recrudecía el conflicto de Astilleros y los
dos autores decidieron pasar un fin de semana en el Coto de Doñana, en
Matalascañas, a «rematar y componer».
Carlos iba componiendo verso a verso la música «ante la
misma mar de Cádiz». Una hora después, la habanera estaba compuesta.
Entonces la cantaron los dos. «Nunca un coro ha tenido menos voces, pero
más enamoradas que aquellas dos».
La sorpresa
Entonces, ninguno de los dos se imaginaba el alcance de
lo que acababan de conseguir. Ni barruntaba el sevillano que Cádiz le
daría una calle entre El Mora y la Caleta y el título de Hijo Adoptivo.
No lo sabía, y menos desde que ni la propia casa en que Carlos Cano
grabó la primera versión «no le dio la menor importancia frente a otras
de Cuaderno de coplas». Estaba metida «de relleno», frente a otra con más proyección comercial.
Sin embargo, el single que la compañía
envía a la ciudad es desde el primer momento un pelotazo en Cádiz. En
febrero, el Coro de La Viña lleva el estribillo en su popurrí de La
Plastilina, con la letra de Antonio Martín. Burgos recuerda cómo,
después, una noche Alejo García la pinchó en la Espuela, grabada por
María Dolores Pradera.
Las versiones
Ya era más que un pelotazo. Muchos y muy distintos se
dejaron seducir por las Habaneras, la cantaron y grabaron sus propias
versiones. María Dolores Pradera, Pasión Vega, Chano Lobato, Nati
Mistral, Los del Río, la coral polifónica Canticum Novum, Coral San
Buenaventura; los grupos mediterráneos de habaneras Por Bou, Nubiola,
Mar Endins, Aires del Vallés, Agua Dulce, Arrels de la Terra Ferma,
Mestre d'Aixa y Els Cremats, la comparsa España La Nueva, entre muchas
otras agrupaciones carnavalescas, Liuba María Hevia. De la larga lista,
las dos versiones preferidas de Burgos fueron las de María Dolores
Pradera y la que hizo el año de La Torcida el coro de Julio Pardo, que
acompañó en multitud de ocasiones tanto a Cano como a María Dolores
Pradera.
No da una cifra exacta de lo que le dejaron aquellos 42
versos en derechos de autor. Lo habitual en España, «poco». Y recuerda
lo que le dice Felipe Campuzano, que si vivieran en Estados Unidos,
viviría de Las salinas y Burgos de las Habaneras. «Y estaríamos todo el día rascándonos la barriga en una pedazo de piscina en Beverly Hills».
Los premios fueron otros. La calle, el título de Hijo
Adoptivo de la ciudad, el pregón del Carnaval. «Total, por un piropo que
escribí. Como la noche en la canción de Ana Belón, creo que a Cádiz se
le fue la mano conmigo. Sobre todo, que los gaditanos me consideren
paisano».
Un honor. Así considera el autor que sus Habaneras
entre en el círculo glorioso de los himnos que elige una ciudad, no los
que vienen impuestos. «Sobre todo pensando que los otros himnos
oficiosos son Los duros antiguos, o Gaditana de La Fantasía de Quirós, sin olvidar Me han dicho que el amarillo de Manolito Santander».
Si tuvo el premio de la ciudad adoptiva, también sufrió la pelusa
de la nativa. «Sevilla tiene guasa, porque aunque se tiene por la
Ciudad de la Gracia, es la Ciudad de la Guasa». Aunque no vino de ahí lo
de la «segunda salida de Don Quijote en versión de El Bati», que fue Habaneras de Sevilla.
Tarde. Las habaneras ya eran las de Cádiz, aunque fueran un tango, «la
misma manera, tan dulce y galana y el mismo compás». Desde entonces lo
canta ya un coro en la plaza.
Nadie sabe, excepto el autor de aquellos versos, cuando se dio cuenta de lo que había parido.
Pero era el texto de su vida. Pasados los años, con la dimensión y el
horizonte del tiempo, si tuviera que salvar un solo folio de los cientos
de miles que ha escrito, «sería ese».
No quiere decir que fuera perfecto. No hay textos de esos
que dejan a un autor absolutamente satisfecho, siempre se pueden
corregir. O quizás no haya autores de esos. ¿Cambiaría una coma? «Si
acaso un verso que Fernando Quiñones siempre me corregía, y que me
recordó hasta la última vez que nos vimos, en el salón de plenos del
Ayuntamiento, ya él con media en las agujas, el pobre». Le decía
siempre: «En vez de canción tan rica/se la dedican los trovadores tenías que haber puesto cosita rica, que es mucho más antillano (añado que sin premio lo de antillano, no me vaya a pasar como a Mariano Baquedano en el cuplé del Callejón de los Negros)».
El Cádiz de Burgos
ABC, 11 agosto 2007
Yo nunca estuve, niña, en la Habana; y, tal vez por eso,
no se me puede olvidar...Sin embargo, he estado en Cádiz, en ese Cai
que, a fuerza de piropos, Antonio Burgos ha conseguido despertar en mí.
He caminado por La Caleta, contemplando esa plata quieta que al son de
las olas mansas viene y va. He estado en el Mentidero, que no es más que
un quesito de plaza en el que dicen que se «graznan» todos los
cotilleos de los «cursis», los «papafritas», los «bacalaos», los
«siesos» y los «babuchas» que deambulan por Cádiz como si la pasearan.
He recorrido su catedral que es una Venus de Milo vuelta de espaldas,
con sus hombros altos y su cabellera rubia, ofreciéndose al mar todo el
día, pero sin entregarse en cuerpo ni de noche... ¡o quién sabe! Y, cómo
no, me he perdido en ese barrio marinero de la Viña en el que, como en
un juego de guiños y gracietas, los «gaditas» han parido el
neodespotismo ilustrado de los carnavales, que es esa guasa en la que
todo es para el pueblo, pero con el pueblo, ¡presente!
En esta ciudad donde el viento es una asignatura que se
aprende en la cuna, me he sentido, como Antonio, un «colao» con ganas de
escribir una habanera inmortal. Tiene Cádiz un aire de colonia española
y huele a Caribe. Hay en toda la ciudad vieja un algo de reconquista,
el eco de una botella devuelta desde las tierras de ultramar. Como si de
aquellos años de la Casa de Contratación hubieran quedado atrapadas en
ciertos rincones, en muchas fachadas y en no pocos rostros las huellas
de la madre americana. Como dijo Pemán, Cai es la señorita del mar, la
novia del aire que nunca se casa con nadie y se exhibe por esas calles
que aquí son tan libres, tan constitucionales y tan solidarias que
todas, como los ríos de aquel poeta, van a dar a la mar que aquí, por
suerte, no es el morir, sino la vida y el bulle-bulle de un pueblo que
se siente de fiesta hasta en los duelos.
En Cádiz se habla un andaluz con gracia que suena a
castellano apolvoronado y tartaja. Un decir que es una «jartá» difícil
de «penetrá» y «descifrá» para quienes no estamos acostumbrados a hacer
de consonantes y vocales una vianda más. En Cai la «mojarra» parece que
se apelmazara entre el paladar y la quijada; y como que moverla fuera un
sacrificio inhumano para quienes, por hacer reír, son capaces de llorar
como los títeres de la Tía Norica. El castellano de Cai es un español a
su manera. Y quién te dice a ti que, conociendo a los gaditanos, no
hicieron el habla oscura a propósito sólo para «putear» a esos ingleses
«carajotes» que venían a hacer el agosto y, de paso, a cambiarle el
nombre al jerez por esa cosa tan cursi y lacia del sherry.
Desde que atraviesa Puerta Tierra y se adentra en ese
Cádiz que fue Gades para los romanos, uno entiende por qué Lola Flores
le dijo a Batista que su Habana era como un Cádiz con más negritos.
Metidos a comparar, tampoco extraña que a un «miarma» sevillano como
Burgos le haya conquistado el duende y la serena calma de esta Habana
con más salero. Una ciudad que a su manera es también, como tantas
otras, una ciudad de dos mares: «la mare que parió al poniente» y «la
mare que parió al levante», que son los dos vientos que alternativamente
y en constante sucesión se disputan la supremacía de los aires
gaditanos. Una ciudad en la que por poca «panoja» sale uno «arreglaíto» y
con una auténtica «jartura» de gambas de cualquier «cusitrí» o
restaurante de tronío. Y es que Cádiz o Cai es como el Betis: mucho
Cádiz. Bien seguro es que a mí, por este artículo, ni me dedicarán una
calle ni me harán hijo adoptivo, pero ya voy entendiendo, niña, por qué
tiene Antonio Burgos dos novias. La otra se llama Isabel.
Fernando Conde
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De: karmyna |
Enviado: 24/01/2019 04:37 |
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