La luna arañaba el horizonte,
tu cuerpo junto al mío se mecían
como se mecen los juncos en la orilla.
Acuarelas dibujaban en el aíre mi alegría.
Desapareció la bruma; sólo dos cuerpos,
Amándose, solo dos, y llegó el alba filtrando
sus tenues rayos, bañándonos de luz,
bañándonos de sol, y un sabor de canela y miel.
Aunque amanezca y salga el sol, quédate,
que no se rompa el hechizo, deja que aspire un poco
más el perfume de tu piel, deja que me envuelva
la cadencia de tu voz, no te vayas por favor.
Tanta dulzura en tus ojos, tanta pasión
en tu cuerpo que, aunque se rompa
la noche quiero descansar en la paya
de tu cuerpo. Dame la mano y caminemos.
|