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General: UNA VIDA LIBRE DE VACAS
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: SILA4141  (Mensaje original) Enviado: 15/03/2019 17:45
UNA VIDA LIBRE DE VACAS
 

La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno

de sus discípulos la razón por la cual muchas personas viven ata

das a una vida de conformismo y mediocridad y no logran superar

los obstáculos que les impiden triunfar.

 

No obstante, para el maestro la lección más importante que podía

aprender el joven discípulo era observar lo que sucede cuando

finalmente nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a

utilizar nuestro verdadero potencial.

 

Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella

tarde visitaran juntos algunos de los parajes más pobres de la provincia.

Después de caminar un largo rato encontraron el vecindario más triste

y desolador de la comarca y se dispusieron a buscar la más humilde de

todas las viviendas.

 

Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte

más alejada del caserío era, sin duda alguna, la más pobre de todas.

Sus paredes se sostenían en pie de milagro aunque amenazaban con

venirse abajo en cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar

el agua, y la basura y los desperdicios se acumulaban a su alrededor

dándole un aspecto decrépito y repulsivo.

 

Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha

de apenas seis metros cuadrados vivían ocho personas.

El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para

acomodarse de cualquier manera en aquel reducido espacio.

 

Sus ropas viejas y remendadas, y la suciedad y el mal olor que envolvía

sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí reinaba.

Sus miradas tristes y sus cabezas bajas no dejaban duda de que la pobreza

y la inopia no sólo se había apoderado de sus cuerpos sino que también había encontrado albergue en su interior.

 

Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total la

familia contaba con una sola posesión extraordinaria bajo tales circunstan

cias, una vaca.

Una flacuchenta vaca cuya escasa leche le proveía a la familia un poco de

alimento para sobrevivir.

La vaca era la única posesión material con la que contaban y lo único que

los separaba de la miseria total.

 

Y allí, en medio de la basura y el desorden, el maestro y su discípulo

pasaron la noche.

Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar a nadie,

los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino.

Salieron de la morada pero, antes de emprender la marcha, el anciano

maestro le dijo en voz baja a su discípulo:

 

-Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes.

 

Después de todo, lo único que habían visto durante su corta estadía eran

los resultados de una vida de conformismo y mediocridad, pero aún no

estaba del todo claro para el joven discípulo cuál era la causa que había

originado tal estado de abandono.

Ésta era la verdadera lección, el maestro lo sabía y había llegado el

momento de enseñársela.

 

Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo

para evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en

su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba

atada a la puerta de la vivienda.

 

-¿Qué has hecho maestro? –dijo el joven susurrando angustiadamente

para no despertar a la familia-.

¿Qué lección es ésta que deja a una familia en la ruina total?

¿Cómo has podido matar esta pobre vaca que era su única posesión?

 

Sin inmutarse ante la preocupación de su joven discípulo y sin hacer

caso de sus interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha.

Así pues, dejando atrás aquella macabra escena, maestro y discípulo

partieron.

El primero, aparentemente indiferente ante la suerte que le esperaba

a la pobre familia por la pérdida del animal.

 

Durante los días siguientes al joven le asaltaba una y otra vez la

nefasta idea de que, sin la vaca, la familia seguramente moriría de

hambre. ¿Qué otra suerte podían correr tras haber perdido su única

fuente de sustento?

 

La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron

pasar nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la

familia. Buscaron en vano la humilde vivienda.

El lugar parecía ser el mismo, pero donde un año atrás se encontraba

la ruinosa casucha ahora se levantaba una casa grande que,

aparentemente, había sido construida recientemente.

 

Se detuvieron por un momento para observar a la distancia, asegurándose

que se encontraran en el mismo sitio.

 

Lo primero que pasó por la mente del joven fue el presentimiento de que

la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para aquella

pobre familia.

Muy probablemente, se habían visto obligados a abandonar aquel lugar

y una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de éste

y había construido una mejor vivienda.

 

¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y su familia?

¿Qué habría sucedido con ellos?

Quizás fue la pena moral la que los doblegó.

Todo esto pasaba por la mente del joven mientras se debatía entre el

deseo de acercarse a la nueva vivienda para indagar por la suerte de

lo antiguos moradores o continuar su viaje y así evitar la confirmación

de sus peores sospechas.

 

Cuál no sería su sorpresa cuando, del interior de la casa, vio salir al mismo

hombre que un año atrás les había dado posada.

Sin embargo, su aspecto era totalmente distinto.

Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba aseado y su amplia sonrisa

mostraba que algo significativo había sucedido.

 

El joven no daba crédito a lo que veía. ¿Cómo era posible?

¿Qué había acontecido durante ese año? Rápidamente se dispuso a

saludarle par averiguar qué había ocasionado tal cambio en la vida de

esta familia.

 

-Hace un año, durante nuestro breve paso por aquí –dijo el joven-

fuimos testigos de inmensa pobreza en la que ustedes se encontraban.

¿Qué ocurrió durante este tiempo para que todo cambiara?

 

El hombre, que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los

causantes de la muerte de la vaca, les contó cómo, casualmente el

mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su escasa

fortuna, había degollado salvajemente al pobre animal.

 

El hombre les confesó a lo dos viajeros que su primera reacción ante

la muerte de la vaca fue de desesperación y angustia.

Por mucho tiempo, la leche que producía la vaca había sido su única

fuente de sustento. Más aún, poseer este animal les había ganado el

respeto de los vecinos menos afortunados quienes seguramente

envidiaban tan preciado bien.

 

-Sin embargo –continuó el hombre- poco después de aquel trágico día,

nos dimos cuenta que, a menos que hiciéramos algo, muy probablemente

nuestra propia supervivencia se vería amenazada.

 

Necesitábamos comer y buscar otras fuentes de alimento para nuestros

hijos, así que limpiamos el patio de la parte d

e atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y sembramos hortalizas
y legumbres para alimentarnos.

 

-Pasado algún tiempo, nos dimos cuenta que la improvisada granja

producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento,

así que comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a

nuestros vecinos y con esa ganancia compramos más semillas.

Poco después vimos que el sobrante de la cosecha alcanzaba para

venderlo en el mercado del pueblo.

 

Así lo hicimos y por primera vez en nuestra vida tuvimos dinero

suficiente para comprar mejores vestidos y arreglar nuestra casa.

De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva.

Es como si la trágica muerte de nuestra vaca, hubiese abierto las

puertas de una nueva esperanza.

 

El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió

finalmente la lección que su sabio maestro quería enseñarle.

Era obvio que la muerte del animal fue el principio de una vida de nuevas

y mayores oportunidades.

 

El maestro, quien había permanecido en silencio escuchando el

fascinante relato del hombre, llevó al joven a un lado y le preguntó

en voz baja:

 

-¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, habría logrado todo

esto?

 

-Seguramente no –respondió el joven.

 

-¿Comprendes ahora? La vaca, además de ser su única posesión, era

también la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo

y mediocridad. Cuando ya no contaron más con la falsa seguridad que

les daba sentirse poseedores de algo, así sólo fuera una flacucha vaca,

tomaron la decisión de esforzarse por buscar algo más.

 

-En otras palabras, la vaca, que para sus vecinos era una bendición,

les daba la sensación de no estar en la pobreza total, cuando en

realidad vivían en medio de la miseria.

 

-¡Exactamente! –respondió el maestro-.

Así sucede cuando tienes poco, porque lo poco que tienes se convierte

en una cadena que no te permite buscar algo mejor.

El conformismo se apodera de tu vida.

Sabes que no eres feliz con lo que posees, pero tampoco eres totalmente

miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, mas no lo

suficiente como para cambiarla. ¿Ves lo trágico de la situación?

 

-Cuando tienes un trabajo que odias, con el que no logras satisfacer

tus necesidades económicas mínimas y no te trae absolutamente

ninguna satisfacción, es fácil tomar la decisión de dejarlo y

buscar uno mejor.

 

No obstante, cuando tienes un trabajo que no te gusta, pero que

cubre tus necesidades mínimas y te ofrece cierta comodidad aunque

no la calidad de vida que verdaderamente deseas para ti y tu familia,

es fácil conformarte con lo poco que tienes.

 

Es fácil caer presa del dar gracias ya que por lo menos cuentas con algo…

Después de todo, hay muchos que no tienen nada y quisieran contar

con el trabajo que tú tienes.

 

Esta idea es similar a aquella vaca y, a menos que te deshagas de

ella, no podrás experimentar un mundo distinto al que has vivido.

Estás condenado a ser víctima de por vida de estas limitaciones que

tú mismo te has encargado de establecer.

Es como si hubieses decidido vendar tus ojos y conformarte con

tu suerte.

 

Todos tenemos vacas en nuestras vidas. Llevamos a cuestas creencias,

excusas y justificaciones que nos mantienen atados a una vida de

mediocridad. Poseemos vacas que no nos dejan buscar mejores

oportunidades.

 

Cargamos con pretextos y disculpas para explicar por qué no estamos

viviendo la vida que queremos. Nos damos excusas que ni nosotros

mismos creemos, que nos dan un falso sentido de seguridad cuando

frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades que sólo

podremos apreciar si matamos a nuestras vacas.

 

«Qué gran lección», pensó el joven discípulo a inmediatamente reflexionó

acerca de sus propias vacas.

Durante el resto del viaje recapacitó acerca de todas aquellas limitaciones

que él mismo se había encargado de adquirir a lo largo de su vida.

 

Prometió liberarse de todas las vacas que lo mantenían atado a una

existencia de mediocridad y le impedían utilizar su verdadero potencial.

 

Indudablemente, aquel día marcaba el comienzo de una nueva vida,

¡una vida libre de vacas



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De: karmyna Enviado: 15/03/2019 21:32
  

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De: nania2 Enviado: 16/03/2019 09:30


 
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