“SOLOS DE BARRO Y MIEL”
Estar acompañado de una gran soledad; enorme y callada,
Mirar cómo se derrite el viento, entre las ramas y flores,
Andar un camino heredado, hecho cenizas,
Sentir la inevitable verdad y ver una callada luna acurrucada.
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Escuchar al sereno en su ronda nocturna, con unos guantes de seda,
Brazos largos, dedos frágiles; minutos contados todos.
Es rezarle al viento derretido, sin rumbos, ni destinos soñados,
Los mismos pasos, la misma mente, el mismo suspiro.
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Tener todo olvidado y vacío, pararse en el borde del precipicio,
Por donde solo suelen pasar, algunas alegres gaviotas,
¿Cuál mente?
Cuantas quimeras.
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Y continúo aquí, con la misma soledad inmensa y callada,
Compartido entre suspiros y renuncias,
Escuchar al viejo reloj pedir perdón al tiempo por pasar,
O será solo mi estrella dejando caer mis lágrimas.
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Gritos al cielo, correr con diligencia a la nada, ir de una esquina a un zaguán.
Esconder la soledad detrás de una arrugada cortina,
Solo lamentarse a solas,
Te doblas, acurrucas, estremeces y levantas.
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Girar del dolor a la ternura,
Suave y dulce olor a sangre, leve y sutil nalgada,
Risas y amor, cuando el ángel llora al salir de su tibio capullo,
Todo como en el edén,
Solo somos, de barro y miel.
RAFAEL VICENTE PADRÓN RUÍZ