Camina la Virgen pura a Egipto desde Belén en la borriquita mansa que le compró San José.
Lleva al Niño entre sus brazos, el Santo camina a pie. En el medio del camino pide el Niño de beber.
- No pidas agua, mi vida, no pidas agua, mi bien, que los ríos vienen turbios y no se puede beber.
En lo alto de aquel cerro ricas naranjas se ven, el labrador que las guarda es un viejo que no ve.
- Por Dios te pido, buen viejo, -así Dios te deje ver- que me des una naranja, que mi Niño tiene sed.
- Entre la Señora y coja las que hubiere menester.
La Virgen, como prudente, le cogió tan sólo tres, una le dio a su Niñito, otra a su esposo José, otra se quedó en su mano para la Virgen oler.
El Niño, como era niño, no cesaba de coger. Cada una que cogía salían de tres en tres, la ramita que caía volvíase a florecer.
Camina la Virgen pura y el ciego comienza a ver.
- ¿Quién ha sido esa Señora que me hizo tanto bien? Me ha puesto luz en los ojos y en el corazón también.
Era la Virgen María la que te ha venido a ver. Era la Madre de Dios, con su Hijo y San José.
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