Hoy queremos deshacernos de cuanto regalo inútil nosotros mismos hayamos fabricado y depositado ante el santo altar donde sólo a los dones de Dios les corresponde estar. Sus dones son los que en verdad son nuestros. Sus dones son los que heredamos desde antes de que el tiempo comenzara, y los que seguirán siendo nuestros después de que el tiempo haya pasado a ser eternidad. Sus dones son los que se encuentran en nosotros ahora, pues son intemporales. Y no tenemos que esperar a que sean nuestros. Son nuestros hoy.
Elegimos, por lo tanto, tenerlos ahora, sabiendo que al elegirlos en lugar de lo que nosotros mismos hemos fabricado, no estamos sino uniendo nuestra voluntad a la de Dios y reconociendo que ambas disponen lo mismo. Nuestros períodos de práctica más prolongados de hoy, los cinco minutos que cada hora le dedicamos a la verdad para tu salvación, deben comenzar con lo siguiente:
Busco únicamente lo que en verdad me pertenece, y la dicha y la paz son mi herencia.
Deja a un lado entonces los conflictos mundanos que ofrecen otros regalos y otros objetivos que sólo pueden perseguirse en un mundo de sueños y que se componen de ilusiones, de las cuales dan testimonio.