Así como un verdor en el desierto, Con sombra de palmeras y agua caritativa, Quizás será tu amor lo que me sobreviva, Viviendo en un poema después que yo haya muerto. En ese canto, cada vez más mío, Voces indiferentes repetirán mi pena, Y tú has de ser entonces como un rastro en la arena, Casi como una nube que pasas sobre un río. Tú serás para todos una desconocida, Tú que nunca sabrás cómo he sabido amarte; Y alguien, tal vez, te buscará en mi arte, Y al no hallarte en mi arte, te buscará en mi vida. Pero tú no estarás en las mujeres Que alegraron un día mi tristeza de hombre: Como oculté mi amor sabré ocultar tu nombre, Y al decir que te amo, nunca diré quién eres. Y dirán que era falsa mi pasión verdadera, Que fue sólo un ensueño la mujer que amé tanto; O dirán que era otra la que canté en mi canto, Otra, que nunca amé ni conocí siquiera. Y así será mi gloria lo que fue mi castigo, Porque, como un verdor en el desierto, Tu amor me hará vivir después que yo haya muerto, Pero cuando yo muera, ¡tú morirás conmigo!