21 de abril, el Papa Francisco advirtió que “el dinero, la vanidad y las habladurías” son tres cuestiones que dividen a las comunidades y a las familias.
“Muchas veces, en la historia de la Iglesia, donde hay desviaciones doctrinales - no siempre, sin embargo, muchas veces - hay dinero detrás: dinero del poder, tanto el poder político como el dinero en efectivo, pero es dinero. El dinero divide a la comunidad. Por esta razón, la pobreza es la madre de la comunidad, la pobreza es el muro que protege a la comunidad”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Papa afirmó que “el dinero divide, el interés propio” y añadió que esto sucede “incluso en las familias: ¿cuántas familias terminaron divididas por una herencia? ¿Cuántas familias? Y ya no se hablaban... Cuántas familias... Una herencia... Se dividen: el dinero divide”.
En su homilía, el Pontífice subrayó que “nacer de lo alto es nacer con la fuerza del Espíritu Santo. Nosotros no podemos tomar el Espíritu Santo para nosotros, solamente podemos dejar que nos transforme. Y nuestra docilidad abre la puerta al Espíritu Santo: es Él quien hace el cambio, la transformación, este renacer de lo alto. Es la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es capaz de hacer maravillas, cosas que ni siquiera podemos pensar”.
En este sentido, el Papa Francisco puso un ejemplo de comunidad cristiana “que no es una fantasía, esto es lo que nos dicen aquí: es un modelo, donde se puede llegar cuando hay docilidad y dejar que el Espíritu Santo entre y nos transforme” que parecería “una comunidad, digamos, ideal”.
Por ello, el Pontífice reconoció que “inmediatamente después de esto comenzarían los problemas, pero el Señor nos muestra hasta dónde podemos llegar si estamos abiertos al Espíritu Santo, si somos dóciles. En esta comunidad hay armonía”.
Asimismo, el Papa Francisco aseguró que “el Espíritu Santo es el maestro de la armonía, es capaz de hacerlo y lo ha hecho aquí. Debe hacerlo en nuestros corazones, debe cambiar muchas cosas de nosotros, pero debe hacer armonía: porque Él mismo es la armonía. También la armonía entre el Padre y el Hijo: es el amor de la armonía, Él. Y Él, con armonía, crea estas cosas como esta comunidad armoniosa”.
Al reflexionar en el pasaje del Libro de los Hechos de los Apóstoles (4:32-37) el Santo Padre destacó que se relatan los “muchos problemas en la comunidad” y añadió que “este es un modelo”. “El Señor ha permitido que este modelo de una comunidad casi ‘celestial’ nos muestre a dónde debemos llegar”.
Sin embargo, el Pontífice describió que, entonces, en las primeras comunidades cristianas “comenzaron las divisiones en la comunidad”. Y mencionó una carta del apóstol Santiago en donde aconsejaba que su fe “sea inmune al favoritismo personal”.
Por ello, el Papa Francisco pidió una vez más a “no discriminar” porque “los apóstoles deben salir y amonestar” y San Pablo en la primera Carta a los Corintios (1 Cor, 11) se quejaba de las divisiones entre ellos.
“Empiezan las divisiones internas en las comunidades. Este ‘ideal’ debe ser alcanzado, pero no es fácil: hay muchas cosas que dividen a una comunidad, ya sea una parroquia cristiana o una comunidad diocesana o presbiteral o de religiosos o religiosas... muchas cosas entran para dividir a la comunidad”, advirtió el Papa.
Dinero, vanidad, habladurías
En esta línea, el Santo Padre alertó sobre tres aspectos que dividen a las comunidades cristianas, incluso a las familias son: el dinero, la vanidad y las habladurías.
Sobre el dinero, Francisco destacó el prestar atención porque “si en su iglesia, en su asamblea, entra un hombre con un anillo de oro, lo ponen inmediatamente adelante, y el pobre queda al margen… y agregó que el mismo San Pablo escribió que “los ricos traen comida y comen, ellos, y los pobres, de pie", los dejamos allí como para decirles: ‘Arréglate como puedas’. El dinero divide, el amor al dinero divide la comunidad, divide la Iglesia”.
“Muchas veces, en la historia de la Iglesia, donde hay desviaciones doctrinales - no siempre, sin embargo, muchas veces - hay dinero detrás: dinero del poder, tanto el poder político como el dinero en efectivo, pero es dinero. El dinero divide a la comunidad. Por esta razón, la pobreza es la madre de la comunidad, la pobreza es el muro que protege a la comunidad. El dinero divide, el interés propio. Incluso en las familias: ¿cuántas familias terminaron divididas por una herencia? ¿Cuántas familias? Y ya no se hablaban... Cuántas familias... Una herencia... Se dividen: el dinero divide”, exclamó el Papa.
Al referirse a la vanidad, a “ese deseo de sentirse mejor que los demás”, el Santo Padre recordó la oración del fariseo relatada en el Evangelio: "gracias, Señor, porque no soy como los demás" y subrayó que “la vanidad divide, porque la vanidad te lleva a ser un ‘pavo real’ y donde hay un ‘pavo real’, hay división, siempre”.
Finalmente, el Pontífice indicó que las habladurías dividen a la comunidad de creyentes, y que a pesar de que no es la primera vez que lo dice, “pero es la realidad”. Porque las habladurías son eso “que el diablo coloca” en cada uno, “como una necesidad de hablar de los demás” y puso un ejemplo, cuando alguien dice: “qué buena persona es esa... Sí, sí, pero, pero..." para advertir: que “inmediatamente el ‘pero’, que es una piedra para descalificar al otro e inmediatamente algo que escucho decir y así disminuyo un poco al otro”.
Sin embargo, el Papa Francisco reiteró que “el Espíritu siempre viene con su Fuerza para salvarnos de esta mundanidad del dinero, la vanidad y las habladurías, porque el Espíritu Santo no es el mundo: está contra el mundo. Es capaz de hacer estos milagros, estas grandes cosas”.
“Pidamos al Señor esta docilidad al Espíritu para que nos transforme y transforme nuestras comunidades, nuestras comunidades parroquiales, diocesanas, religiosas: las transforme, para que podamos avanzar siempre en la armonía que Jesús quiere para la comunidad cristiana”, concluyó.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
Hechos 4:32-37
32 La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. 33Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. 34No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad. 36 José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa: «hijo de la exhortación»), levita y originario de Chipre, 37 tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.