Sobre una piedra, sentada sobre una gran piedra amanecí de mis amaneceres, desperté de mis sueños de dormida caminante que se sueña despierta, y despierta se duerme, y en su sueño se busca, y en su despertar se encuentra.
Sobre una piedra, sentada sobre una gran piedra sentí el beso del rocío sobre mi rostro, y el frío de la desnudez del alma, y el calor que todo lo impregna cuando el amor más sincero te envuelve y te susurra cantos de pajarillos que anuncian su propio despertar y su vuelo al alba, al alba del alba. Y trinos de ruiseñores que ilustran cuentos de madrugada, de grandes aves nocturnas que ven en la noche, porque la oscuridad es para ellas solo un sueño de la mente dormida que se piensa despierta y la niña que somos que creemos no serlo.
Sobre una piedra, me dejé dormir y despertar sobre una gran piedra. El primer y más tenue rayo del sol de la vida acarició mi frente, besó mis párpados, y llegó a lo más profundo de mí susurrando destellos en las puertas del alma. Me dejé acariciar por el primer suspiro de luz y me dije a mí misma: eso es lo que soy, Luz que suspira y camina.
Sobre una piedra. El asiento del alma, el asiento del cuerpo, un peso para la mente que le impide divagar y moverse...
La Luz... En la Luz vivimos. Danzamos en la Luz de la vida. Caminamos en la Luz..., en mitad de un mundo en el que la sombra cree moverse ágilmente, porque así hemos llegado a creerlo. Pero esta es la casa de la Luz. Habitamos en ella. En ella somos. Somos ella. Pero lo hemos olvidado, adormecido, acunado en el sueño de la mujer que se calza el olvido para evitar el dolor, y evita recorrer sin recorrer el camino que atesora en su corazón..., y lo busca fuera porque se perdió de dentro.
Sobre una piedra, sobre una gran piedra amanecí de mis amaneceres y desperté de mil sueños soñados sin despertar... que es como se sueña. Pero desperté despierta de ilusiones y tramas, de telas de araña que me atraparon, de atardeceres que no se detienen y me conducían a la noche, a la noche más larga y más fría, sin estrellas, sin suspiros del alma. Y me dije: sólo Luz soy.
Corrientes de aire cristalino me envolvieron, frescores que contenían campanillas invisibles, sonoros besos de hadas que volaban a mi alrededor... Y estrellas, estrellas que se apagaban en el cielo, luces de la noche que dormían su primer sueño de mi nuevo día, brillante gema de luz que caía tras la montaña como Venus acariciando mi despertar.
Sobre una piedra. No hay asiento más sutil y más hermoso, más acorde a lo que somos: hijas de la tierra y del cielo. Caminantes de Luz en la noche oscura del olvido.