Lo esencial es invisible a los ojos.
Los ojos no pueden ver más que la superficie.
Los ojos perciben los rasgos faciales de una persona.
Pueden percibir los gestos y expresiones de rabia,
de insatisfacción, de abandono, de dureza, de rencor o de sufrimiento.
Pero el corazón ve más profundo.
El corazón ve más allá de la cara de las personas.
El corazón penetra con su mirada hasta el corazón de las personas,
donde descubre sus deseos ardientes de bondad,
de vivir en paz consigo y con el mundo,
la noble aspiración de presentarse con su vida rota ante
Dios para que Dios la sane y,
una vez sanada, ponerlo todo en orden
y ponerse en total sintonía consigo.
Esforcémonos en amar verdaderamente,
ya que amar también significa tratar con
delicadeza todo lo bueno que vayamos descubriendo en los demás.
Si tuviese un deseo, sería que siempre fueses lo primero
que veo por la mañana al despertarme,
y lo último que veo por la noche antes de dormirme.
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