TROZOS 2
EL ARBOL DE ORO
Ana María Matute
Cuando la luz dejó de cegarme, mi ojo derecho sólo
descubrió una cosa; la seca tierra de la llanura
alargándose hacia el cielo. Nada mas. Lo mismo que
se veía desde las ventanas altas, la tierra desnuda y
yerma, y nada mas que la tierra. Tuve una gran
decepción y la seguridad de que me habían estafado.
LA REGENTA
Leopoldo Alas, Clarin
Una mujer seca, delgada, fría, ceremoniosa, la obligaba a acostarse todas las noches antes de tener
sueño. Apagaba la luz y se iba. Anita lloraba sobre
la almohada, después saltaba del lecho; pero no se
atrevía a andar en la oscuridad, y pegada a la cama
continuaba llorando, tendida así, de bruces, como ahora.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
MACHI V