SE BUSCA
Por: Armando Caicedo
Mi prima Azucena mantiene con Ortodoncio, su marido, un conflicto más
enredado que el que separa a árabes de israeloíes. Pero el día que él desapareció, ella experimentó la muerte lenta.
Entre sollozos le pidió a su vecina que la acompañara a una estación de policía.
- Describa a su buen marido.
- Señor Oficial. Un metro noventa. Alto, atlético y espigado. Ojos azul aguamarina. Cabellos rubios ensortijados. Pecho peludo y músculos fuertes. Bilingue. Dentadura blanquísima. Lindo con su esposa y adorable con los críos.
- ¡No mientas Azucena! -interrumpió la vecina- Si tu marido es chaparro. Tiene panza de bebedor de cerveza. Es calvo, le faltan dientes y sufre de axilosis y caspa. A duras penas habla español, y, como si fuera poco, te golpea y no quiere a tus hijos.
- El amable oficial me pide que describa a mi "buen" marido. ¿Quién diablos dijo que yo quiero que regrese el Ortodoncio?
Así es la vida.
Las estadísticas oficiales indican que de los 47.842 adultos que por estos días figuran como desaparecidos, 6.309 se perdieron "por su propia voluntad". Caso aplicable a este traidor del Ortodoncio.
En mi pueblo se afirma que lo último que se les escucha a los maridos infieles antes de desaparecer es:
"Amor, voy por cigarrillos".
El día que mi vecina Etelvina, me llamó para rememorar el súptimo aniversario de la desaparición de su marido, lloró de coraje.
- ¡Qué rabia! Hasta ahora caigo en cuenta que el hocicón del Belarmino jamás fumó.
El drama de las desapariciones golpea cada año a miles de familias. Cada caso es único.
A vía de ejemplo va el extraño hallazgo de un desaparecido que nadie buscaba.
Chen Ming Kuang un empleado que trabaja para el Restaurante "El Dragón Feliz", en el Bronx, se lo tragó la tierra.
Para ser preciso, se lo tragó un ascensor, en un edificio de 38 pisos, que se atascó entre dos plantas.
El protagonista de este cuento chino acaba de entregar un pedido a domicilio. Se lamentaba de la propina que le habían dado, cuando el aparato se detuvo.
Durante los tres largos días que el tipo estuvo encerrado y, además, hambriento, no volvió a lamentarse de la propina, sino del hecho que el incidente sucedió segundos después de haber entregado el "chop suey".
Chen no permaneció quieto. En muchas ocasiones llamó p;or el sistema de emergencia del ascensor, pero como el chinito no habla inglés y las personas que respondieron no hablan chino... se frustró su pedido de auxilio a domicilio.
Cuando ya se perfilaba el cuarto día de encierro, se le ocurrió la brillante idea de lamentarse a gritos. Descubrió que ¡Ah! ¡Ay! suena parecido en todas las lenguas.
Alguien que escuchó semejantes lamentos de ultratumba, llamó a los bomberos de Nueva York, informando que bien podría tratarse de un borracho, o de un fantasma.
Casos como el de Chen, de dudoso heroísmo, no adornarán jamás ni siquiera una estadística del gobierno.
Otros vivos desaparecen por voluntad propia. Para evadir deudas. No ir a la guerra. Iniciar nueva vida con el desconocido que en la esquina le juró "amor eterno". O evadir los rfeclamos de una esposa celosa.
En la catgegoría de aquellos que desaparecen temporalmente, incluyo a mi Tío Hermógenes.
El infiel se divertía de los lindo con una amiga, cuando vio que el reloj señalaba la frontera entre la noche y la madrugada.
- Mi mujer me va a matar.
Con el pánico arañándole los calcañales, mi tío se iluminó.
Corrió a un teléfono público, marcó el número de su iracunda mujer y sin dejarla tomar respiro, le sopló este dramático discurso:
- Vida mía. Pensé que nunca volvería a escucharte. No llames a la policía. Ni pagues un solo centavo por mi rescate. ¡Me les acabo de escapar!
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Cuando un marido le lleva flores a su mujer, sin ninguna razón... ¡Alerta!
Por ahí debe andar "la buena razón".
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,