Los mejores poemas de Efraín Huerta
Absoluto amor
Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron a marcar iniciales en el cielo. Como recta caída y amanecer perfecto.
Amada inmensa como un violeta de cobalto puro y la palabra clara del deseo.
Gota de anís en el crepúsculo te amo con aquella esperanza del suicida poeta que se meció en el mar con la más grande de las perezas románticas.
Te miro así como mirarían las violetas una mañana ahogada en un rocío de recuerdos.
Es la primera vez que un absoluto amor de oro hace rumbo en mis venas.
Así lo creo te amo y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
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Elegía
Ahora te soñé, así como eras: sin deslices en la voz, con inmóviles sombras en los brazos y tus genitales segundos de estatua. Así como eres todavía: copiándote a ti misma, cuando no eres ya sino la espuma de tu propia vida.
Bien te sentí en mi sueño como verso divinizado. Mi tristeza no cabía en el fondo de mi dolor y fue a manchar la noche de violeta.
El propio ruido de tus piernas habría despertado los estanques, los recuerdos que a veces olvidamos en los huecos de los jardines, las horas que nunca fueron más allá de donde hoy se desangran segundo por segundo, el silencio de muchas ventanas, antiguos y pulidos razonamientos, montañas de destinos.
De un seno tuyo al otro sollozaba un poco de ternura.
Anoche te soñé y no puedo decirte mañana mi secreto -porque el amor es un magnífico manzano con frutos de metal envueltos en piel de inteligencia, con hojas que recuerdan gravemente el futuro y raíces como brazos sumidos en una nieve de santidad-, la misma ruta de mis dedos no podría encontrarte ahí donde te guardas tan perfecta. Yo no sabría elegir sino violentamente mi presencia: te llenaría de asombro; acaso tu memoria no me crea. Mi fatiga te gritaría un absoluto amor. Por el cristal de aumento de la luna la sonrisa de Dios estallaría.
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La amante
Y, desdichada, hallarte vibrante de violetas, celeste, submarina, subterránea, ahijada de las nubes, sobrina del oleaje, madre de minerales y vegetales de oro, universal, florida, jugosa como caña y ligera de brisas y cánticos de seda.
Desdichada penumbra al encontrarte negándose tu cuerpo a mi deseo, dándose al día siguiente, circulando en el aire que respiro, diseñando mi vida, mi agonía y mi muerte sencilla, y mi futura muerte entre los muertos.
Ah tu cordial miseria de caricias, el gesto amargo de tus manos y la rebelde fuga de tu piel, cómo me decepcionan, me castigan y ahogan, hembra de plata líquida, insobornable y mía.
Y tu noche de gritos y gemidos, alimentando vida, creando luz, provocando sudor, melancolía, amor y más amor desfallecido, tumultos de palabras, mi desdichada niña, olvidándote, sí, casi perdiéndote en el ruido de torsos y sollozos.
Pero siendo destino, siendo gloria tus cabellos castaños, tus miradas y tus feas rodillas de suave juventud.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
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