Al
cerrar mis ojos y apreciar lo que es, me siento seguro y tranquilo en
este precioso momento. Mi mente se serena y libera cualquier
preocupación o zozobra. Inhalo profundamente y me doy cuenta de la
presencia pacífica y espiritual que mora en mí.
Las
aguas de mi alma se calman, revelando mi quietud interna. El ritmo de
mi corazón y de mi respiración me lleva hacia una conciencia más dulce y
profunda que me sosiega. Inmerso en la tranquilidad de esta perfección
interior, mi mente se calma, mis emociones se aquietan y mi cuerpo se
vuelve más plácido.
Descanso
a salvo en el Silencio de este momento sagrado. No tengo que hacer nada
sino reposar en esta tranquilidad. Al concluir mi momento devoto llevo
mi serenidad conmigo.