Santa Mónica
Viuda, hija de padres cristianos (v. cristianismo), nació en Tagaste, África del Norte, en 333; murió en Ostia, cerca de Roma en 387. Se sabe muy poco acerca de su niñez. Se casó siendo muy joven con Patricio, quien ocupaba una posición oficial en Tagaste. Él era pagano y, al igual que para muchos en su época, su religión no era más que un simple nombre. Era de temperamento violento y parece haber tenido hábitos libertinos. Por consiguiente, la vida matrimonial de Mónica estaba muy lejos de ser feliz, más aun cuando la madre de Patricio parece haber tenido el mismo temple que su hijo. Había, por supuesto, un abismo entre marido y mujer; las obras de caridad y las oraciones de Mónica le molestaban., pero se dice que siempre la trataba con una especie de reverencia. Mónica no era la única matrona en Tagaste cuya vida de casada era infeliz, pero, por su dulzura y paciencia, ejerció un auténtico apostolado entre las mujeres y madres de su ciudad natal; sabían que el sufrimiento de Mónica era igual al de ellas, y sus palabras y ejemplos tuvieron un efecto proporcionado. Tres hijos nacieron de este matrimonio, Agustín el mayor, Navigio el segundo, y una hija, Perpetua. Mónica no había podido conseguir el bautismo para sus hijos, y su pena fue grande cuando Agustín cayó enfermo; en su angustia suplicó a Patricio que permitiera el bautismo; él estuvo de acuerdo, pero a medida que el niño se recuperaba, retiró dicho consentimiento. Toda ansiedad de Mónica ahora se concentró en Agustín; era desobediente y, como él mismo nos dice, perezoso. Fue enviado a la escuela en Madaura, y Mónica literalmente luchó con Dios por el alma de su hijo. Se le concedió un gran consuelo---en compensación, quizás, por todo lo que sufrió con Agustín---Patricio se convirtió al cristianismo. Mientras tanto Agustín había sido enviado a proseguir sus estudios en Cartago, y allí cometió pecados graves. Patricio murió poco después de su ingreso a la Iglesia y Mónica decidió no volver a casarse. En Cartago Agustín se había hecho un maniqueo (v. maniqueísmo y cuando, al regresar a casa, ventiló ciertas proposiciones heréticas (v. herejía), ella lo alejó de su mesa, pero tuvo una extraña visión que la impulsó a hacerlo regresar. Fue durante este tiempo que ella fue a ver a un cierto obispo santo, cuyo nombre no se sabe, quien la consoló con las ahora famosas palabras: "no se perderá el hijo de tantas lágrimas." No hay historia más patética en los anales de los santos que la de Mónica, persiguiendo a su hijo rebelde a Roma, a dónde él se había ido a hurtadillas; cuando ella llegó, ya él se había ido a Milán, a donde ella lo siguió. Aquí ella encontró a San Ambrosio y, gracias a él, por fin ella recibió la alegría de ver a Agustín ceder, después de diecisiete años de resistencia. La madre y el hijo tuvieron seis meses de verdadera (v. verdad) paz en Casiaco, poco tiempo después Agustín fue bautizado en la iglesia de San Juan Bautista en Milán. Sin embargo, África los reclamaba, emprendieron su viaje, se detuvieron en Cività Vecchia y en Ostia. Aquí la muerte sorprendió a Mónica, y las páginas más bellas de sus Confesiones fueron escritas como resultado de la emoción que experimentó Agustín. Santa Mónica fue enterrada (v. sepultura cristiana) en Ostia, y al principio parece haber sido casi olvidada, aunque su cuerpo fue movido durante el siglo VI a una cripta oculta en la iglesia de San Áureo. Ya en el siglo XIII, sin embargo, comenzó a extenderse el culto a Santa Mónica y cada 4 de mayo se realizaba una fiesta en su honor. En 1430 Martín V ordenó que las reliquias fueran traídas a Roma. Muchos milagros ocurrieron en el camino, y el culto a Santa Mónica fue establecido definitivamente. Más tarde el Arzobispo de Rouen (v. Arquidiócesis de Rouen]]), Cardenal d'Estouteville, construyó una iglesia en Roma en honor a San Agustín y depositó las reliquias de Santa Mónica en una capilla a la izquierda del altar mayor. Sin embargo, el Oficio de Santa Mónica no parece haber encontrado un lugar en el breviario romano antes del siglo XVI. En 1850 se estableció en Nuestra Señora de Sión, París, una asociación de madres cristianas bajo el patronato de Santa Mónica; su objetivo era la oración recíproca por los hijos y maridos descarriados. En 1856 esta Asociación fue elevada al rango de archicofradía y se extendió rápidamente por el mundo católico, estableciéndose ramas en Dublín, Londres, Liverpool, Sydney y Buenos Aires. Eugenio IV había establecido una cofradía similar mucho tiempo atrás. Fuente: San Agustín, Confesiones IX, reimpreso en SURIUS. GUALTERIO, canónigo regular de Ostia, al cual Martín V le encargó especialmente la remoción de las reliquias de Ostia, escribió una vida de la santa con un relato sobre el traslado. A ésta añadió como apéndice una carta que se solía atribuir a San Agustín, pero la cual es indudablemente falsa; aparenta haber sido dirigida a su hermana Perpetua y describe la muerte de su madre. Los Bolandistas se deciden por el carácter contemporáneo de la carta, negando así que sea de San Agustín. BARONIO, Ann. Eccl., ad an. 389; BOUGAUD, Histoire de S. Monique. HUGH T. POPE Transcrito por Paul T. Crowley En memoria a la señora Margaret Crowley al igual que a la señora Margaret Kenworthy Traducido por Gino De Andrea Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina