La familia , gracias
Muchas de las
dificultades que sentimos en el presente tienen que ver con lo que
aprendimos en casa durante nuestra infancia. No se trata de echar las
culpas a nadie pero sí de identificar de dónde nos vienen las cosas,
para así poderlas mejorar.
Como en el
consultorio del lunes pasado, hay personas que se dan cuenta de que les
cuesta relacionarse en grupo. Sufren por no poder estar sueltas ni
relajadas porque están pendientes de la imagen que dan, que contrasta
claramente con la que dan los demás, por lo menos de cara afuera.
Y creen que su
problema lo tienen fuera porque en la familia se sienten protegidos y a
salvo. En ella, se pueden mostrar más o menos como son, y si no les
apetece hablar o no les sale, pues no pasa nada porque nadie les va a
echar en cara su silencio ni les va a tachar de raros ni asociales.
Pero cuando
escarbamos un poquito más nos damos cuenta de que no es oro todo lo que
reluce. Puede que estemos callados porque nos resulta más cómodo, así no
nos tenemos que definir, ni decir lo que pensamos ni tomar partido. Y
entonces, descubrimos que también en la familia tenemos miedo a
mostrarnos como somos, no sea que a alguien no le guste y nos critique.
No sea que dando nuestras opiniones nos quedemos solos.
Tendemos a
idealizar la familia, convertirla en un espacio en el que nos sentimos
seguros y en el que todos nos aceptamos como somos. Pero la verdadera
aceptación se demuestra cuando existe discrepancia en los pareceres, no
cuando todos tomamos como válida una única opinión.
¿Qué pasaría
si en tu familia dijeras más lo que piensas? Y no me digas que te quedas
callado porque no sabes qué decir. Si esto lo haces habitualmente, más
allá de un momento puntual, entonces es que no te atreves a expresarte.
Significa que en tu familia también se critica la diferencia y que el
hecho de que no se te critique por permanecer callado no significa que
te acepten como eres.
¿Acaso saben ellos cómo eres? ¿Cómo lo
pueden saber si permaneces callado? Prueba, entonces, en ese entorno
conocido como es la familia, a oírte a ti mismo decir lo que piensas.
Escuchar tu propia voz, haciendo valer tus opiniones porque crees en
ellas, es dar valor a lo que sientes, un ejercicio necesario e
imprescindible de autoestima.
Si quieres
mejorar tu capacidad de comunicación y de relacionarte en grupo, mira si
en los ambientes más protegidos y seguros como en tu familia eres capaz
de expresar sin miedo lo que piensas. Comienza ahí a ser tú.