Te llamé, con la sed de aquel que tiene el alma, hidratada...¡de tristezas! Te llamé, con el hambre de aquel que tiene la esperanza como pan de cada día. Te llamé, con la fuerza del grito que circunda tu silencio. Te llamé, con los pasos de aquel que sólo deja un par de huellas. Te llamé, con los versos del poeta que jamás será leído.
Te conozco; sé que un día también me llamarás. Pero ya no tendré voz para responderte… Aunque sí todavía… ¡ te estaré llamando…!