Cambiar para mejorar
La duda
“Siempre que decidimos hacer cambios estamos ante una elección, y toda elección implica una pérdida: si tengo una manzana o un melocotón para comer y elijo uno, pierdo la posibilidad del otro. Aun cuando eligiera a los dos, habría una pérdida: la posibilidad de disfrutar de una sola fruta. Y en la vida anímica nos pasa lo mismo. Queremos producir un cambio y esto nos preocupa, ya que lo que nos pasa es algo conocido y lo que viene es desconocido”, resume Alejandro Pignato. “Todos dudamos y todos nos angustiamos ante la posibilidad de cambio. Sin embargo, sabemos que quedarnos inmóviles no nos beneficiará en nada. Hay que trabajar para estar bien, para acercarse más a aquel modelo de persona que uno aspira a ser. Y como en la vida a veces resulta difícil ser coherente, al menos debemos apuntar a la coherencia”, apunta Pignato.
Las resistencias
Después de los “sí, pero no estoy seguro” vienen los “sí, pero no puedo”, “es más fuerte que yo”. Como se estallase un motín en nuestro interior. “Iniciar un proceso de cambio requiere tiempo, energía, esfuerzo, hay que hacer un trabajo (a veces tendremos que pasar por situaciones dolorosas) y, además, sin saber cómo y sin garantías de éxito –destaca Virginia León-. Con todo esto es impensable que no aparezca la resistencia, que no es otra cosa que un intento de mantener el statu quo: lo que ya conocemos, lo que hemos probado, lo seguro, y en esta línea de razonamiento sirve como pretexto para no afrontarlo. Tanto el temor a no conseguirlo como al miedo de lo desconocido podrán llevarnos a la búsqueda y utilización de pretextos con el fin de evitarlo.”
Algo que Alejandro Pignato ejemplifica con una anécdota. “Recuerdo que una vez un conocido, en una reunión, contó que él siempre que se acercaba a una mujer tenía miedo a que le rechazaran, pero después de un tiempo de psicoterapia llegó a la conclusión de que en realidad a lo que temía era a que lo aceptaran, ya que para el no, ya estaba preparado. Muchas veces usamos pretextos y nos autoengañamos por miedo a lo nuevo e incluso, aunque resulte paradójico, a estar mejor”.
La concretización
“Darse cuenta es el primer paso, ser consciente de lo que no nos gusta de nuestra vivencia actual y empezar a hacer algo al respecto”, subraya Virginias León. Una vez hemos consolidado nuestra voluntad de cambio, lo mejor es ajustar nuestras expectativas y no espera que el cambio se produzca de forma inmediata. “De un día para otro no podemos obtener los resultados de un proceso de cambio, porque el cambio es eso, un proceso, es algo que vamos haciendo y sosteniendo. Muchas veces no sabremos cuál es el siguiente paso y, sin embargo, hemos de seguir sosteniéndonos”, explica la psicóloga.
Así pues, hay que asumir que el cambio requiere tiempo. Aunque, como subraya Alejandro Pignato: “Resulta difícil aceptar esta idea en una época en la que lo rápido es lo que predomina. Pero, ¿se puede bajar 10 kilos de un día para otro?”. Para no caer en el desaliento debemos alegrarnos por cada paso alcanzado. Como señala Ana Mac Dougall: “Felicitarte por los pequeños logros realizados en la dirección que te has marcado es una muy buena táctica para no desfallecer, si bien cuando comienzas a estar bien, no es fácil que desfallezcas. Además, es algo injusto, porque te lo mereces, porque lograr algo que te has propuesto te alegra y te impulsa a seguir adelante y estar cada vez mejor”.
A. AIMELET / J. ARBIOL