La paz del mundo comienza en mi mente y corazón. Cierro mis ojos, respiro profundamente y visualizo a cada persona ofreciendo el amor y la paz de Dios. Veo a toda la gente del mundo rodeada de una luz sanadora que transforma el conflicto, el rencor y la división en reconciliación, paz y unidad.
Mientras mantengo esa visión, imagino que el mundo entero brilla. La armonía y la cooperación sanan las heridas y hacen que el amor florezca en el corazón de cada persona. Sostengo esa visión e intención a lo largo del día.
El amor divino se expresa en mí y ve unidad a pesar de las aparentes diferencias. La sabiduría y la comprensión divinas iluminan mis pensamientos, inspiran mis palabras y guían mis acciones para ofrecer paz al mundo.