A LA SEÑORITA FELICIDAD

“Juanita, tu hijo es la resistencia pasiva personificada”. Esa fue la respuesta que recibió mi madre, de boca de aquella gran maestra de párvulos,ante la pregunta que le formuló: Felicidad, ¿Cómo ve usted al niño?

La Señorita Felicidad tenía toda la razón del mundo. Yo tenía la costumbre de, estando sentado en mi sitio,estirar el brazo izquierdo sobre el tablero del pupitre y apoyar mi cabeza sobre él; digo sobre el brazo. Como se puede apreciar es una postura, que aparte de incómoda, no es adecuada para permanecer en clase. Ella, la Señorita Felicidad, me corregía permanentemente: “Juan Pedro, ponte derecho; apoya los antebrazos en la mesa y la espalda pegada al respaldo del pupitre”.

En aquella época, curso 1.956-1.957, yo tendría sobre los cuatro años de edad y estaba en la clase de parvulitos,junto con otros veinticinco o treinta alumnos, recibiendo las primeras nociones de convivencia. Y digo esto, y lo reitero, porque aquella mujer nos inculcó,entre otras muchas, la virtud de la igualdad entre las personas; sin distinción de credo, de raza, ni de religión. Nos enseñó a convivir, y sobre todo a respetarnos, ya fuéramos españoles o musulmanes.

Ya comenté en alguna otra ocasión, que esta mujer, Doña Felicidad Rodríguez Serrano, ha supuesto para mí el paradigma del buen ejemplo. Ella fue inculcadora de valores educativos y espirituales y ejemplo a seguir en el “Arte de la Educación” del ser humano. Ami me enseñó a leer en el “Nene”, pero no acabó ahí su siembra; sobre todo me mostró el camino para ser persona.

Alguien comentó un día que, esta “Santa”, era una gran amante de la literatura y que incluso había publicado alguna pequeña obra de arte de su puño y letra, bajo el título de“Cuentos del Aire de la Tierra y del Mar”, incluso se citó el nombre de la editorial. Indagué en Internet y en alguna librería de gran postín de la capital de España; en ambos lugares, no supieron darme ninguna señal positiva, ni de la autora ni de su obra literaria. Una pena, pero no pierdo la esperanza.Yo sigo buscando.

Estoy seguro que si aquella maestra era amante de la literatura en prosa, seguro que algo tuvo que escribir en verso: es lo natural. Por supuesto es una mera elucubración mía, pero yo expongo el siguiente razonamiento:

Aquél año, sobre el mes de Abril, y con motivo de la celebración del “Día del Libro”, la Señorita Felicidad entró en clase y nos propuso a todos los alumnos:

“¡Niños, hoy vamos a representar una pequeña obra de teatro. Vamos a escenificar un verso muy bonito de un poeta que se llama Amado Nervo…¿De acuerdo? ¡Venga!, ¡Juan Pedro y Catalán salid a la palestra!”

A los niños como si nos dice que hay que ir ala misa de siete de la tarde….”Si Señorita”, pero nada más. ¿Qué era eso de un teatro? ¿Qué es escenificar? ¿Qué es un verso?...

Con más paciencia que el Santo Job, ella nos leía y recitaba el verso del autor mejicano; me refiero al poema que lleva por título “Trato Hecho” y que permite la interpretación de dos personajes: Un niño y un pichón; o sea un polluelo de paloma.

En el reparto de papeles, Catalán era el niño y yo el pichón. El niño estaba situado de pie y en el suelo, mientras que el pichón, se situaba de pie y sobre una silla a modo de“palomar”. El diálogo se iniciaba a una señal de la Señorita Felicidad y los ensayos se realizaron durante toda la mañana. Aquello fue un auténtico baño en el mundo de la farándula. Dos “actores”: Catalán y yo; una Directora de Escena:la Señorita Felicidad y un aforo a reventar: el resto de alumnos de párvulos.

¿Todo listo?…Empieza la función: ¡Arriba el Telón!

Catalán.- Oye pichoncito amigo,

yo quiero jugar contigo.

Juan Pedro.- Niño, si quieres jugar,

ven,sube a mi palomar.

Catalán.- Me faltan las alas, no puedo…

Baja tú, no tengas miedo.

Juan Pedro.- Sin miedo voy a bajar y

jugaré satisfecho;

pero trigo me has de dar.

Catalán.- Pichoncito, trato hecho

¡Abajo el Telón!

Teníais que ver como aplaudía aquél público infantil. La representación fue todo un éxito. Los dos actores,con el brazo por encima del hombro de su compañero de escenario, se inclinaban ante el respetable y recibían los aplausos y gritos de aprobación de la crítica y del público. Catalán y yo, estábamos “ensanchados como una verdolaga”, pero había que ver la cara de nuestra Directora Artística: simplemente esbozó una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja y mientras aplaudía, con la chuleta del verso de Amado Nervo bajo su brazo izquierdo, por su mejilla resbalaron dos lágrimas de auténtica emoción. Fue precioso.

A ella, a la Señorita Felicidad, mi más profundo agradecimiento y el más dulce de los besos.

Finalizo este homenaje con las mismas palabras con las que ella finalizaba sus clases:

“Los musulmanes se pueden marchar, que los españoles vamos a rezar”

Un beso JUANITA