Una noche en sueños vi que con el Señor caminaba
junto a la orilla del mar bajo hermosa luna plateada.
Soñé que en los cielos veía toda mi vida representada
en celestiales escenas que en silencio contemplaba.
Dos pares de firmes huellas en la arena iban quedando,
mientras con el Señor íbamos cual amigos conversando.
Miré atento hacia atrás esas huellas reflejadas en el suelo,
pero algo extraño observé y me invadió gran desconsuelo.
Observé que algunas veces al reparar en las huellas,
en vez de ver los dos pares veía solo un par de ellas.
Observaba también yo que aquel solo par de huellas,
se advertían mayormente en mis noches sin estrellas
en los días de mi vida llenos de angustias y tristeza,
cuando el alma necesita más del consuelo y fortaleza.
- Pregunté triste al Señor:
¿Señor, tu no has prometido que en horas de aflicción
siempre a mi lado estarías dando muestras de tu amor?
Pero noto con tristeza que en medio de mis querellas,
cuando más aflige el dolor solo veo un par de huellas.
¿Dónde están las otras dos que indican tu compañía,
cuando las tempestades sin piedad azotan la vida mía?
- Y el Señor me contestó con ternura y compasión:
Escucha bien hijo mío, comprendo tu confusión,
Siempre te amé y te amaré y en tus horas de dolor
siempre a tu lado permanezco para mostrarte mi amor.
Mas si en ocasiones ves solo dos huellas al caminar
y no puedes ver las otras dos que se deberían reflejar,
es que en tu hora afligida cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas porque te llevo en mis brazos.