Mi primer beso, ni lo presentía,
me asomaba apenas a la vida,
el corazón sin una sola herida,
porque, el amor tampoco conocía.
Eres tú la primera, le decía,
y ella amorosamente decidida,
entrégame su boca, sumergida en
una especie de melancolía.
Y pudo más la ternura del frenesí
de amor y de locura, que la pura
esencia del verano, que por la
fiebre del beso vagabundo, me
dio por recorrer el mundo y
juntar muchos besos en la mano.