Reflexión
Son palabras duras las del Señor. Y valen también para hoy,
y con una actualidad que espanta. Veámoslo.
Dentro de los deseos del hombre constatamos con bastante frecuencia esa tendencia
a ver "rarezas" por doquier. Nos causa mucho placer, nos devora la curiosidad,
nos arrojaríamos casi sin pensarlo adonde algún evento nos sacie este anhelo
de espectacularidades.
Y más si se trata de lo del más allá y todas esas cosas.
Pero también están los "racionales", los que piensan que todo tiene que tener
una explicación científica, como si todo fueran astros y cálculos matemáticos.
El día en que algún científico logre hacer la ecuación que demuestre cuánto amor tiene
un hijo por su madre, seguramente llegará el fin del mundo porque nunca lo logrará.
Entonces tenemos a los demasiado crédulos y a los netamente incrédulos.
Los que han pedido signos a Cristo representan a estos dos bandos.
No pedirían nada si fueran verdaderos creyentes. Veamos si las cosas no están así hoy en día.
Cerremos los ojos. Recordemos personas, situaciones, programas de televisión, etc.
Seguramente saldrán a la memoria aquellos sujetos que buscan hasta en las piedras volcánicas
algún rastro de lo divino, o de los que se montan en una exótica pirámide para aspirar energía cósmica.
También serán rememorados los sabios del mundo que, mirando estrellas, formulan teorías científicas
sobre agujeros negros, quasares y supernovas mandando, eso sí, a la Inteligencia que los creó
a la oscuridad de supersticiones vanas.
Unos y otros piden una señal. ¿Qué ha dicho Cristo hoy por boca del evangelista Lucas?
Que, lamentablemente, somos “una generación malvada”, esto es, no hemos convertido el corazón al Dios vivo,
lo tenemos cegado con nuestra mala conducta y soberbia de la vida.
¿Cómo pedimos, entonces, una señal de fe si hemos cerrado, con esta actitud, el corazón a acoger al Señor?
Por eso la única señal será la del profeta Jonás, el hombre que predica la conversión por toda la ciudad de Nínive,
a ver si libremente cada uno de nosotros acepta la propuesta, muda el corazón, y nos volvemos a Dios.
Ya con esto habremos logrado la más grande señal que Dios haya podido obrar en el alma libre:
la conversión por propia y deliberada iniciativa al Dios que da la vida, Fuente perenne del verdadero creyente,
Verdad eterna del verdadero sabio.
Es mejor no pedir ninguna señal al Señor. Con esto hacemos mejor mérito a nuestra fe en Él.
Propósito
Rezar el resto de esta semana, una oración para pedir la humildad.
Diálogo con Cristo
Señor, ¡qué distinto sería el mundo si los cristianos viviéramos en todo tu mensaje redentor!
Mi falta de fe y soberbia inutilizan tu gracia, porque aunque digo que soy cristiano, muchas veces,
en la vida diaria, me comporto como si no lo fuera, porque frecuentemente pierdo la paciencia,
soy mal humorado y altanero en mi trato con los demás.
Ayúdame para que, lleno de alegría y optimismo, dedique mi tiempo a querer, a amar,
a sonreír y a poner en práctica mi fe para hacer feliz a los demás.