que me atosiga, me daña, me oprime...
Es de amargura violenta y extraña,
¡un desconsuelo muy duro y sublime!.
Cuanta negrura sembrada en el tiempo
para arrancar de tu amor este mío.
Yo que te amé más que a mí, hoy me siento,
como un despojo que arrojas al río.
Soy esa hembra perdida y sin calma
con una herida tan honda que oprime.
Tengo la hoguera que arde sin llama,
si no se apaga... ¿Qué hago? ¡Tú dime!
Cuantas ausencias -que ahora ya entiendo-
son la injusticia que avisa el destino.
Te derramé tanto amor en el viento
que está de rosas sembrado el camino.
Puedes decir, qué no existe lo nuestro,
-y así olvidar lo que ya hemos vivido-
puedes jurar otra vez que no es cierto,
¡qué no es verdad lo que tú me has querido!
Pero esas noches preñadas de amores
cuando tus labios buscaban los míos,
y tantos nardos temblando en pasiones
fueron sembrando mi campo baldío…
Aquellas noches de fuego no ignores
que sé muy bien, que las llevas contigo.