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General: UNA COSINA QUE OS DIGO
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De: elopolis (Mensaje original) |
Enviado: 08/08/2022 09:22 |
Porque no ponemos alguna fabula y asi sabemos quien nos leé?Ahí va la mia
Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya fuera de día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.
Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
El jefe de los ratones dijo a los presentes:Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos vivir así!
- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento. Atemos un cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda. El sonido nos pondrá en alerta y podremos escapar a tiempo.
Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una cuestión importante: ¿Quién de todos le pondrá el cascabel al gato?
Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque no podían contestar a aquella pregunta. De pronto todos comenzaron a sentir miedo. Y todos, absolutamente todos, corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.
Moraleja: Es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo.
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De: nania2 |
Enviado: 08/08/2022 10:34 |
LA MUERTE EN UN BESO
I
Oderay
es la flor más bella de todo el imperio incaico. Blanco lirio perfumado
con el aroma de los campos. Su alma es un arpa eolia, que el
sentimiento del amor hace vibrar, y los sonidos que exhala son tiernos
como el quejido de la alondra. Oderay tiene quince años, y su corazón no
puede dejar de latir ante la imagen del amado de su alma. ¡Quince
años y no amar es imposible! A esa edad el amor es para el alma lo que
el rayo de sol primaveral para los campos. Sus labios tienen el rojo del
coral y el aroma de la violeta. Son una línea encarnada sobre el
terciopelo de una margarita. Las leves tintas de la inocencia y el pudor
coloran su rostro, como el crepúsculo a la nieve de nuestras
cordilleras. Las madejas de cabello, que caen en gracioso desorden sobre
el armiño de su torneada espalda, imitan los hilos de oro que el padre
de los incas derrama por el espacio en una mañana de primavera. Su
acento es amoroso y sentido como el eco de la quena. Su
sonrisa tiene todo el encanto de la esposa del cantar de los cantares y
toda la sencillez de esa plegaria. Si se puede saber por donde ha
pasado no es por la huella que su planta breve graba en la tierra, sino
por el perfume de angelical pureza que deja tras de sí. Todo
en ella es castidad, todo es grandeza. Mujeres hay que nacen con la
marca de la pureza... ¿Es acaso que Dios las hizo hermanas de los
astros?
II
El
imperio gime bajo las garras del león de Castilla. Sus vestiduras de
armiño se han manchado con la sangre de los hijos del Sol.
¡Conquistadores! Ustedes los que proclamaban el Cristianismo, y con él
la paz y la libertad, ¿necesitabais cadáveres para erigir sobre ellos
templos?... pero vuestra obra era maldecida por eterno justiciero, y se
ha desmoronado como las torres de Sodoma ante la ira de Dios. El sol de
la libertad debió radiar a través de las tinieblas de tres siglos, y
allí, como inmortales testigos quedan los nombres de Junín y Ayacucho.
¡La patria! ¡Cuanta magia se encuentra encerrada en aquella palabra! Es
la estrella que guía al peregrino y lo libera de caer en el abismo; en
el ombú que le cobija y ampara cuando impotente se desata el asolador
pampero.
III
Es una tarde de Abril de 1534. La
luz crepuscular vierte su indeciso resplandor sobre la llanura. El sol,
desciñéndose su corona de topacios, va a acostarse en el lecho de
espumas que le brinda el océano. La creación es en ese instante una lira
que lanza débiles sonidos. Es lascivo céfiro que pasa dando un beso al
jazminero; la hoja que cae movida por las alas del pintado colibrí; el
turpial que en la copa de un álamo entona una canción, talvez de agonía;
el sol que se hunde, inflamado como una hoguera el horizonte... Todo es
bello en la última hora de la tarde y todo ser y toda cosa se eleva
hacia el creador. ¡Qué
grato es en esos instantes hablar de amor! ¡Cuanta magia tiene para el
corazón del hombre las palabras de la mujer querida! Oír en lontananza
el blando murmurar del pequeño arroyo que se desliza; sentir que orea
nuestras sienes el aura cargada del perfume que exhala la flor de los
limoneros y los juncales; y en medio de este concierto de la naturaleza,
beber el amor del alma en los labios, en las pupilas de la hermosura
idolatrada, es gozar la dicha del paraíso..., ¡Es vivir! Toparca
estrecha entre sus manos las de Oderay. Él tiene fijos en los de ella
sus ojos, porque de los ojos de Oderay recibe vida su espíritu. Se aman
con profunda ternura, como dos flores nacidas del mismo tallo, como dos
cisnes que juntos aprendieron a rizar el cristal del lago. Oderay y
Toparca, sentados bajo la sombra de un palmero, en el muelle acento de
grama que ofrece la campiña, hablan el lenguaje de la pasión. La
naturaleza entera les sonríe y les habla del amor. El siempre hermoso
cielo de la patria, cuanto su mirada alcanza, tiene para ellos una
poesía indefinible. Sus pensamientos respiran una dulce vaguedad, como
si sobre ellos batiera un querubín sus alas torneadas de zafiro y
gualda. No profanemos el sentimiento copiando las palabras que brotan de esas dos almas enamoradas.
IV
Toparca,
a quien el padre Velasco, historiador de Quito, llama Hualpa Cápac, es
un mancebo de dieciocho años, de apuesto talle y de gentil semblante. Es
hijo de Sciri de Quito y hermano de Atahualpa. Muerto este por los
españoles ciñeron a Toparca la borla imperial, proclamándolo Inca; pero
en realidad no era mas que un instrumento para el logro de miras
ambiciosas. Hace nueve semanas que rige el imperio. -Es un tonto- Se dicen los conquistadores.
Pero
bajo la corteza del niño se encierra un corazón de hombre y Toparca
prepara con ese sigilo inherente a los indios del imperio, los elementos
necesarios para destruir a los opresores. Calcuchima,
el más valiente de los guerreros peruanos, y Quizqiz, el más sagaz y
experimentado general que tuvo Atahualpa en la guerra contra su hermano
Huacar, ayudan a Toparca en sus planes de libertad. Pero, ¡Hay!, Que afanes tantos deben ser burlados por el destino, que se encapricha en proteger a un puñado de castellanos. Y
de entonces el indio, con la conciencia de su debilidad, es sombrío
como el último rayo de luz. Por eso fue una gran parte del pueblo
incaico que prefirió sepultarse en la cueva junto a sus dioses y
riquezas, que someterse al yugo de los extranjeros. Pero
la esperanza no abandona jamás a los débiles, y... ¿Quién sabe si la
raza oprimida lee algo de grandeza en el porvenir? Si los cantos del
poeta bastaron para expresar los sufrimientos de una generación, nada
habla tanto al espíritu como un yaraví, poesía que se desprende del alma
con tan íntima ternura, acompañada por los acentos de la quena, como
las hondas lamentaciones al compás del salterio del profeta.
V
En
el fondo del jardín aparece un anciano envuelto en una larga y blanca
túnica de lino, sus canosos cabellos caen sobre un rostro que respira
bondad, y sus miradas se detienen en los dos amantes con aire de
cariñosa protección. Este anciano es el gran sacerdote de Caxamarca. -¡Padre mío ven!- le grita el joven inca Bendíceme
como bendijiste a Atahualpa el día en que se ciño el llautu rojo.
Bendice también a la mujer que amo y dámela como esposa. Y los jóvenes se arrodillaron ante el gran sacerdote, por cuyas rugosas mejillas rueda una lágrima.
-¿Ustedes lo quieren? ¡Pues sea!...
Una
misma estrella los alumbra y bendigo su amor, hijos míos ¡Ojalá que el
destino les sonría! Pero el Dios Vichama me inspira a profetizarte,
infeliz monarca, que serás el último de tu gran estirpe. Tu reinado
durará pocas lunas, y tus vestiduras se verán iguales a las de tu
hermano Atahualpa, manchadas con tu sangre. Y el anciano se aleja exclamando:
JGP
-¡Hay de ti hijo del Sol! ¡Hay de tu pueblo!
Repuesto de la turbación, Toparca se encuentra con la amorosa mirada de Oderay.
-Si
tu me amas, tórtola mía, sabré conjurar el porvenir... El destino nos
ofrecerá sendas de flores, y cuando haya devuelto su esplendor primero a
nuestra patria, ¿No es verdad, espíritu de amor, que estampando tus
labios en mi frente dirás: “Yo te quiero Toparca, porque eres grande y
valiente”? Y
Toparca escondió su semblante entre las manos, porque así como las
flores tienen necesidad del roció, así también los hombres tienen
necesidad de verter lágrimas. El llanto es el rocío o la hiel que brota del corazón.
VI
Aunque
Don García de Peralta no formó parte de los trece aventureros que
secundaron a Pizarro cuando este, en la isla del Gallo, después de
trazar una línea con su espada, dijo: “Síganme los que aman la gloria”,
merecía el cariño y el aprecio del capitán conquistador, quien en los
combates vio a Peralta en los sitios donde más recio se batía el
combate. Con
un alma de hierro incrustada en un cuerpo de acero las pasiones del
soldado debían ser indomables y frenéticas como un torrente que se
desborda. Hombres
organizados así no comprenden esos sentimientos dulces, a par que
poéticos, que forman para los otros mortales la epopeya de la felicidad
sobre la tierra.
Don García vio a Oderay y la amó. Diremos mejor: Ansió poseerla.
Porque
el amor no es el deseo de ser dueño de todo lo que Dios ha formado
bello, sino el anhelo de confundir nuestro ser en otro ser que aliente
en la misma atmósfera de misteriosa vaguedad que nosotros. Es una
hoguera respecto de la cual cada palabra, cada sonrisa, cada mirada, es
como una arista o un esparto lanzado a ella. El
sentimiento de Don García por Oderay en nada participa el amor que he
pretendido pintar. La belleza de la joven ha hablado a sus sentidos y a
jurado gozar de sus encantos.
Disfrutando
de la confianza de Pizarro arrancó una orden de prisión en contra de
Toparca, de quien había motivos para recelar un alzamiento. Pizarro, esa
figura colosal en la historia de Perú, se dejaba dominar muchas veces
por los caprichos de sus compañeros, y se prestó a ser juguete de Don
García.
VII
El gran sacerdote acaba de bendecir el matrimonio de Oderay con Toparca. Van a ser felices... ¡Maldición! Por
la cresta de un cerro aparecen Peralta y seis soldados. Oderay palidece
al ver su amenazador aire de triunfo. El monarca separado violentamente
de los brazos de su amada, es cargado de hierro y llevado por los
españoles. Don García mira con sarcástica sonrisa a la indígena, la toma bruscamente del brazo y, obligándola a seguirlo, le dice:
- Ahora nadie puede salvarte... ¡De agrado o a la fuerza serás mía!
VIII
Toparca
está reclinado sobre el banco de piedra de su oscuro calabozo. Sus
párpados caen con suavidad, y una lágrima, transparente como una gota de
rocío, se detiene en sus largas pestañas. ¿Sueña o medita? Su
espíritu está entregado a una vaga absorción que solemos experimentar
en la vigilia. Sus labios se mueven como si quisieran dar paso a las
palabras. El recuerdo del trágico fin de Atahualpa viene a su memoria,
mas en medio de tan sombrío pensamiento la imagen de Oderay se presenta a
su fantasía como el astro de luz que disipa las tinieblas. ¡Quizá la casta flora de sus amores a sido profanada por las insolentes manos del extranjero! Y tu tierna Oderay; tú, cuya belleza es copia de la de un ángel, sientes también que el lloro nubla la luz de tus pupilas. ¡Hay
de la tórtola amorosa arrebatada del niño donde está su dueño! ¡Hay de
la delicada sensitiva cortada del tallo que la vio nacer!
IX
De pronto se abre la puerta de la prisión y se precipita en ella una mujer.
-Oderay- exclama el prisionero, estrechándola contra su pecho. -Aparta..., aparta tus labios, porque mis besos dan la muerte..., Yo he jurado morir digna de ti y...moriré...
-¿Por
qué hablas de morir, tortolilla de ojos azules?... Háblame de amor, que
anhelo oír tu acento delicado y rico en armonía que la cantiga del
tormequin... Tus flotantes ropas vierten el perfume más voluptuoso que
el tilo y el tamarindo de nuestras montañas...
-¡Oh
mi bizarro rey! ¡esposo mío! He conseguido venir a expirar en tus
brazos... Desfallecida, hiba a sucumbir sin vengarme, estrechada por un
extranjero... Pero
recordé que en un anillo llevaba el veneno con el que confeccionan sus
armas los indios de Caxamarca... y lo apliqué a mis labios... soy tuya
le dije al español, pero cuando hayas firmado una orden de liberación
para mi esposo. El infame firmó una orden para que los carceleros no me
estorbasen la entrada, y como un tigre famélico se abalanzó a mí...
¡Insensato! ¿No es cierto? Creyó que mis besos de fuego eran un arrebato
de placer... Pensó que yo mordía sus labios porque el deleite me
embriagaba... ¡Necio mil veces!... Al separarse de mí él ya era
cadáver...
-No puede ser verdad lo que me dices. Tu razón se extravía. -Yo soy impura... y tú me rechazas... Ya no puedo pertenecerte..., la esclava debe morir... ¡Perdón Toparca! -Sin ti, azucena del valle, ¿Para qué anhelo la vida? -Eres grande y generoso como tu padre Huayna Cápac... Vive, porque la patria reclama los esfuerzos de tu juventud. -¡La patria! A su nombre me siento reanimado; pero todo será inútil... ¿Recuerdas
la profecía del gran sacerdote de Caxamarca? ¡Ahora se cumplirá!
Esclavo cargado de hierro, esposo ofendido..., mira lo que soy ahora. En
breve quizás seré el segundo de mi estirpe que muera a manos de los
extranjeros... ¿ Y no es mejor, luz de mis ojos, sentir que la vida se
desprende en agonía de la pasión?... Oderay,
Oderay mia... ¡Dame un beso!... La muerte será dulce si la recibo de
tus labios... ¡Qué importa si tu cuerpo ha sido profanado por las manos
del extranjero, si tu alma es tan pura como es más limpio firmamento!
Oderay..., ¡Yo te adoro!...
Y
los dos amantes se oprimieron con frenético arrebato, la nube del amor
veló sus pupilas, las fibras de sus pechos palpitaron con violencia, y
el eco sepulcral del calabozo repitió, suave y fatigosamente, estas
palabras:
-¡Esposo! -¡Oderay! ¡Oderay mía!
Dos
horas después los carceleros afirmaban a Hernando de Soto que el
prisionero y su esposa habían sido encontrados muertos en el calabozo. En
fama uno de los soldados de García acusó a Calcuchimac de haber dado
yerbas a Toparca y Don García, y que, sin atender a sus protestas de
inocencia, fue descuartizado este valiente general.
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De: karmyna |
Enviado: 08/08/2022 23:30 |
1. La zorra y la cigüeña
Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa,
pero cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa
en platos hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera comer.
La cigüeña se entristeció, pero no dijo nada.
A la primera oportunidad, convidó a la zorra a su casa.
Esta vez, le sirvió jigote en un recipiente de cuello largo y estrecho,
en el que la zorra no podía meter su hocico.
La zorra no pudo más que resignarse, mientras la cigüeña decía:
—Amiga, me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a tu casa,
y hoy has sido tratada de la misma manera en que me trataste.
Moraleja
Trata a los demás como deseas que te traten a ti, y si no lo haces,
luego no te quejes de las consecuencias.
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Gracias por contestar,asi aprendemos muchas cosas con las fabulas,ahí va otra
Pongo otra
Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un hombre chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina.
El hombre se dirigió al chino y le pregunto, levemente burlón:
" Disculpe señor? de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?
"Si ", respondió el chino, "cuando el suyo venga a oler sus flores..."
Respetar las opiniones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener.
Las personas son diferentes, por lo tanto actúan diferente y piensan diferente.
No juzgues... solamente comprende.. |
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Sigo con otra animo chicas!!
Era una vez una granja en la que convivían muchos animales. En particular, había dos que se consideraban grandes amigos. Se trataba de dos gallos que desde que eran polluelos se llevaban muy bien. Se turnaban para cantar por las mañanas, compartían la tarea de dirigir el corral y su relación era muy cordial.
Sucedió que un día llegó una gallina nueva, tan hermosa y de mirada tan penetrante, que enamoró a los dos gallos a primera vista. Cada día, los gallos intentaban llamar su atención y la colmaban de detalles. Si uno le lanzaba un piropo, el otro le regalaba los mejores granos de maíz del comedero. Si uno cantaba bien, su contrincante en el amor intentaba hacerlo más alto para demostrarle la potencia de su voz.
Lo que empezó como un juego acabó convirtiéndose en una auténtica rivalidad. Los gallos empezaron a insultarse y a ignorarse cuando la gallina estaba cerca de ellos. Su amistad se resintió tanto, que un día decidieron que la única solución era organizar una pelea. Quien se alzara vencedor, tendría el derecho de conquistar a la linda gallinita.
Salieron al jardín y se liaron a empujones y picotazos hasta que uno de ellos ganó la contienda. Muy ufano, se subió al tejado mientras el otro se alejaba llorando de pena y con un ojo morado. En vez de conmoverse por la tristeza de su amigo, el ganador, desde allí arriba, comenzó a cantar y a vociferar a los cuatro vientos que era el más fuerte del corral y que no había rival que pudiera derrotarle. Tanto gritó, que un buitre que andaba por allí oyó todas esas tonterías y, a la velocidad del rayo, se lanzó muy enfadado sobre él, derribándole de un golpe con su ala gigante. El gallo cayó al suelo malherido y con su orgullo por los suelos. Todos en la granja se rieron de él y, a partir de ese día, aprendió a ser más noble y respetuoso con los demás.
Moraleja: si alguna vez salimos triunfadores de alguna situación, debemos ser humildes y modestos. Comportarnos de manera soberbia, creyéndonos mejores que los demás, suele tener malas consecuencias.
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o sigo poniendo,con las moralejas se aprende mucho.porque no lo haceis? animo chicas
Dos hombres que se consideraban buenos amigos paseaban un día por la montaña. Iban charlando tan animadamente que no se dieron cuenta de que un gran oso se les acercaba. Antes de que pudieran reaccionar, se plantó frente a ellos, a menos de tres metros.
Horrorizado, uno de los hombres corrió al árbol más cercano y, de un brinco, alcanzó una rama bastante resistente por la que trepó a toda velocidad hasta ponerse a salvo. Al otro no le dio tiempo a escapar y se tumbó en el suelo haciéndose el muerto. Era su única opción y, si salía mal, estaba acabado.
El hombre subido al árbol observaba a su amigo quieto como una estatua y no se atrevía a bajar a ayudarle. Confiaba en que tuviera buena suerte y el plan le saliera bien.
El oso se acercó al pobre infeliz que estaba tirado en la hierba y comenzó a olfatearle. Le dio con la pata en un costado y vio que no se movía. Tampoco abría los ojos y su respiración era muy débil. El animal le escudriñó minuciosamente durante un buen rato y al final, desilusionado, pensó que estaba más muerto que vivo y se alejó de allí con aire indiferente.
Cuando el amigo cobarde comprobó que ya no había peligro alguno, bajó del árbol y corrió a abrazar a su amigo.
-¡Amigo, qué susto he pasado! ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algún daño ese oso entrometido? – preguntó sofocado.
El hombre, sudoroso y aun temblando por el miedo que había pasado, le respondió con claridad.
– Por suerte, estoy bien. Y digo por suerte porque he estado a punto de morir a causa de ese oso. Pensé que eras mi amigo, pero en cuanto viste el peligro saliste corriendo a salvarte tú y a mí me abandonaste a mi suerte. A partir de ahora, cada uno irá por su lado, porque yo ya no confío en ti.
Y así fue cómo un susto tan grande sirvió para demostrar que no siempre las amistades son lo que parecen.
Moraleja: La amistad se demuestra en lo bueno y en lo malo. Si alguien a quien consideras tu amigo te abandona en un momento de peligro o en que necesitas ayuda, no confíes demasiado en él porque probablemente, no es un amigo de verdad.
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Ahí va otra fabula
Estaba un día el grande y fiero león, considerado por todos el rey de los animales, dormitando sobre la hierba seca de la sabana. Todo estaba tranquilo y sólo se oía de vez en cuando el canto de algunos pájaros o el gritito agudo de algún mono.
De repente, esa paz se rompió. Un mosquito se acercó al soñoliento león y comenzó a darle la tabarra.
– ¡Eh, tú! Todo el mundo dice que eres el rey de todo esto, pero yo no acabo de creérmelo – dijo el mosquito provocando al gran felino.
– ¿Y para decirme eso te atreves a despertarme? – rugió el león – Si todos me consideran el rey, por algo será ¡Y ahora, vete de aquí!
– ¡No! – repitió el mosquito con chulería – ¡Yo soy mucho más fuerte que tú!
– ¡Te he dicho que no me molestes! – repitió el león empezando a enfadarse seriamente – ¡No digas tonterías!
– ¿Tonterías? ¡Pues ahora verás que soy capaz de vencerte! – chilló el insecto con insolencia.
El león, estupefacto, vio cómo el mosquito comenzaba a zumbar sobre él y a propinarle un picotazo tras otro. El pobre felino se vio sin escapatoria. Intentaba zafarse como podía y se revolvía sobre sí mismo para evitar los pinchazos, pero el mosquito era tan rápido que no le daba opción alguna. Al indefenso león le picaba tanto el cuerpo que se arañó con sus propias garras la cara y el pecho. Finalmente, se rindió.
– ¿Ves? ¡Soy más fuerte que tú! – se jactó el repelente mosquito.
Loco de alegría, empezó a bailar delante del león y a hablarle de manera burlona.
– ¡Ja ja ja! ¡Te he ganado! ¿Qué pensarán los demás cuando sepan que un animalito tan pequeño como yo ha conseguido derrotarte? ¡Ja ja ja!
En uno de sus absurdos giros, tropezó con una tela de araña y, de repente, se hizo el silencio. Cayó en la cuenta de que estaba atrapado sin posibilidad de salvarse y en décimas de segundo se le bajaron los humos. Suspiró y dijo con amargura:
– Vaya, vaya, vaya… He vencido a un animal poderoso, pero al final, otro mucho más insignificante me ha vencido a mí.
Moraleja: no te creas nunca el mejor en todo. Es bueno tener éxitos en la vida y hay que alegrarse por ellos, pero no seas arrogante y pienses que los demás son menos que tú.
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Gracias a las que me leeis,y contestais
Un perro muy hambriento caminaba de aquí para allá buscando algo para comer, hasta que un carnicero le tiró un hueso. Llevando el hueso en el hocico, tuvo que cruzar un río. Al mirar su reflejo en el agua creyó ver a otro perro con un hueso más grande que el suyo, así que intentó arrebatárselo de un solo mordisco. Pero cuando abrió el hocico, el hueso que llevaba cayó al río y se lo llevó la corriente. Muy triste quedó aquel perro al darse cuenta de que había soltado algo que era real por perseguir lo que solo era un reflejo.
Moraleja: Valora lo que tienes y no lo pierdas por envidiar a los demás.
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Os pongo otra fabula
Cuenta la fábula que, hace muchos años, vivía una zorra que un día se sintió muy agobiada.
Se había pasado horas y horas de aquí para allá, intentando cazar algo para poder comer. Desgraciadamente, la jornada no se le había dado demasiado bien. Por mucho que vigiló tras los árboles, merodeó por el campo y escuchó con atención cada ruido que surgía de entre la hierba, no logró olfatear ninguna presa que llevarse a la boca.
Llegó un momento en que estaba harta y sobrepasada por la desesperación. Tenía mucha hambre y una sed tremenda porque además, era un día de bastante calor. Deambuló por todos lados hasta que al fin, la suerte se puso de su lado.
Colgado de una vid, distinguió un racimo de grandes y apetitosas uvas. A la zorra se le hizo la boca agua ¡Qué dulces y jugosas parecían! … Pero había un problema: el racimo estaba tan alto que la única manera de alcanzarlo era dando un gran brinco. Cogió impulso y, apretando las mandíbulas, saltó estirando su cuerpo lo más que pudo.
No hubo suerte ¡Tenía que concentrarse para dar un salto mucho mayor! Se agachó y tensó sus músculos al máximo para volver a intentarlo con más ímpetu, pero fue imposible llegar hasta él. La zorra empezaba a enfadarse ¡Esas uvas maduras tenían que ser suyas!
Por mucho que saltó, de ninguna manera consiguió engancharlas con sus patas ¡Su rabia era enorme! Frustrada, llegó un momento en que comprendió que nada podía hacer. Se trataba de una misión imposible y por allí no había nadie que pudiera echarle una mano. La única opción, era rendirse. Su pelaje se había llenado de polvo y ramitas de tanto caerse al suelo, así que se sacudió bien y se dijo a sí misma:
– ¡Bah! ¡Me da igual! Total… ¿Para qué quiero esas uvas? Seguro que están verdes y duras como piedras! ¡Que se las coma otro!
Y así fue como la orgullosa zorra, con el cuello muy alto y creyéndose muy digna, se alejó en busca de otro lugar donde encontrar alimentos y agua para saciar su sed.
Moraleja: si algo es inalcanzable para ti o no te ves capaz de conseguirlo, no debes culpar a los demás o a las circunstancias. Es bueno reconocer y aceptar que todos tenemos muchas capacidades, pero también limitaciones.
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Ahí va otra fabula
Un fresco día de verano, una elegante garza real salió de entre los juncos y se fue a pasear
¡Era un día perfecto para dar una vuelta y ver el hermoso paisaje!
Se acercó a la laguna y vio un pez que le llamó la atención. Era una carpa que jugueteaba alegremente entre las aguas.
– ¡Uhmmm! ¡Es una presa grande y sería muy fácil para mí atraparla! – pensó la garza – ¡Pero no!… Ahora no tengo apetito así que cuando me entre hambre, volveré a por ella.
La garza siguió su camino. Se entretuvo charlando con otras aves que se fue encontrando y más tarde se sentó un ratito a descansar. Sin darse cuenta, habían pasado tres horas y de repente, sintió ganas de comer.
– ¡Volveré a por la carpa y me la zamparé de un bocado! – se dijo a sí misma la garza.
Regresó a la laguna pero la carpa ya no estaba ¡Su deliciosa comida había desaparecido y ya no tenía nada que llevarse a la boca!
Cuando se alejaba del lugar, vio unos peces que nadaban tranquilos.
– ¡Puaj! – exclamó con asco la garza – Son simples tencas. Podría atraparlas en un periquete con mi largo pico, pero no me apetecen nada. Me gusta comer cosas exquisitas y no esos pececitos sin sabor y ásperos como un trapo.
Siguió observando la laguna y ante sus ojos apareció un pez pequeñajo y larguirucho con manchas oscuras en el lomo. Era un gobio.
– ¡Qué mala suerte! – se quejó la garza – No me gustan las tencas pero los gobios me gustan menos todavía. Me niego a pescar ese animalucho de aspecto tan asqueroso. Mi delicado paladar se merece algo mucho mejor.
La garza era tan soberbia que ningún pez de los que veía era de su gusto.
Lamentándose, buscó aquí y allá alguno que fuera un bocado delicioso, pero no hubo suerte. Llegó un momento en que tenía tanta hambre que decidió conformarse con la primera cosa comestible que encontrara… Y eso fue un blando y pegajoso gusano.
– ¡Ay, madre mía! – dijo la garza a punto de vomitar – No me queda más remedio que tragarme este bicho horripilante. Pero es que estoy desfallecida y necesito comer lo que sea.
Y así fue cómo la exigente garza de pico fino, tuvo que dejar a un lado su actitud caprichosa y conformarse con un plato más humilde que, aunque no era de su agrado, le alimentó y sació su apetito.
Moraleja: muchas veces queremos tener sólo lo mejor y despreciamos cosas más sencillas pero que pueden ser igual de valiosas.
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Las fabulas nos dan ejemplos de muchas cosas
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Ahí va otra,chicas animaros
Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reir y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oir los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
-- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por tí en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.
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Gracias a la que me habeis leido,pero lo dejo porque no entra nadie
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