Tu boca hecha de amor y de ambrosía,
donde bebí de amor el rojo vino,
sobre tu rostro pálido y divino
una mancha sangrienta parecía.
Yo iba a partir y tú con ansia loca,
estrechándote a mí, sensual y ardiente,
en un beso juntaste largamente
la fiebre de tu boca con mi boca.
Hoy nada me interesa cuanto existe,
pero aunque la nostalgia me tortura
al recordar tu amor y tu hermosura.
Voy cruzando la vida menos triste,
porque llevo en los labios la dulzura
de aquél último beso que diste.