Querida amiga:
Sé, que cuando leas esta carta, no te afectara lo que pongo en ella, ya que seguirás teniendo tantos admiradores como por desgracia siempre has tenido.
Cuando nos presentaron, apenas si me gustaste, fue al paso de los días lo que hizo que me gustara cada vez más estar contigo. Ya que solo me conformaba verte solo los fines de semana; luego también corría a tu lado los días de diario.
Fue tanto el gusto que le cogí a nuestra relación, que ya apenas si salía con mis amigos.
Poco a poco, me fui apartando más de ellos; unos porque no te querían y me aconsejaban que te dejase, y otros porque también estaban enamorados de ti, y no querían compartirte con ellos.
Nuestra relación cada vez se hacía más intima, ya no vivía más que para ti.
Mi primer fallo fue anteponerte a mi familia, por lo cual, los fui perdiendo a todos.
Más tarde también por tu culpa perdí mi trabajo, al cual no le prestaba la suficiente atención, y terminaron por despedirme.
¡Pero nuestra relación seguía adelante!
Era tal la dependencia que tenía por ti, que ya apenas podía hacer nada si no te tenía a mi lado. Añadiendo eso al tren de la vida que tenía que llevar, pronto me vi en la necesidad de tener que robar para poder estar contigo, aunque tú, no contenta con todo lo que le estaba haciendo a mi vida, cada día exigías más.
Has derrotado mi vida y mi salud, hasta que las secuelas de todo ello me llevaron casi a la muerte.
Gracias a Dios me he dado cuenta a tiempo, de que tu relación solo me trae desgracias.
Es por eso que he decidido escribir estas líneas para romper nuestra relación, con la esperanza de que todo el que la lea y tenga la desgracia de conocerte, pueda darse cuenta de que también destrozara su vida.
¡Hasta nunca!