La cultura canaria es una muestra de la confluencia de culturas. Esta circunstancia se puede comprobar en sus juegos, que tienen dos puntos de referencia más acusados: la cultura aborigen y el conjunto de las culturas peninsulares; la primera como sustrato, y la segunda como aportación de la expresión del juego de la Península Ibérica en nuestras islas.
Entenderemos por juegos las diferentes actividades recreativas organizadas que son una muestra más de las ideas, comportamientos y organizaciones propias del ser humano, de sus grupos y sociedades. Distinguiremos entre juegos aborígenes y juegos tradicionales para indicar su valor histórico, frente al valor de lo tradicional de otros juegos que se fueron incorporando paralelamente. Emplearemos genéricamente la denominación de juegos tradicionales canarios, pero con la intención de incluir en este concepto el conjunto de los juegos aborígenes y los juegos posteriores a la Conquista; además, debemos distinguir también los juegos tradicionales infantiles, aunque no serán tratados en esta ocasión.
Los juegos tradicionales canarios se han configurado, al igual que en otras culturas, a partir de algunos parámetros antropológicos, que han supuesto los elementos necesarios para su conceptualización. Los parámetros ideacionales como el símbolo, el mito, los valores, el ritual y la fiesta, así como los estructurales como el rango, el reparto de bienes, apuestas y premios, son motores de nuestros juegos tradicionales.
Dentro de los juegos tradicionales canarios encontraremos algunos ya existentes en tiempos remotos y pertenecientes a una cultura muy alejada de las culturas europeas, pero también juegos que, gracias a la geografía isleña, se anclaron en el tiempo de la conquista de Canarias, hace ya cinco siglos; estos últimos nos demuestran también la fuerza de difusión de uno de los motores de la cultura más idóneo de transmisión: el ludismo.
Se recopilan, brevemente, 16 juegos que constituyen todo el conjunto de los juegos tradicionales canarios de adultos, y algunos de jóvenes, y que tienen, a su vez, como denominador común la actividad física.
Los juegos aborígenes canarios
Antes de la llegada de los conquistadores, la cultura aborigen canaria poseía, con alguna excepción, unos juegos estrechamente vinculados a aspectos funcionales. Siempre se trata de juegos simples, ya que no se conocen juegos de organización colectiva.
Es importante situar la cultura aborigen canaria en su contexto cultural y en un nivel de evolución que nos permita comprender el porqué de sus juegos. En primer lugar, hemos de apuntar que la cultura aborigen canaria se relaciona con una cultura norteafricana de tipo bereber, que no se asocia a un momento histórico único sino a diversas oleadas que supusieron una recepción tardía de manifestaciones mediterráneas y atlánticas.
Se puede sugerir la hipótesis de que los aborígenes poseyeron juegos propios en este período histórico poco influidos por juegos pertenecientes a otras culturas. Téngase en cuenta que no tenemos información acerca del aspecto lúdico de las actividades realizadas por los aborígenes, por lo que hemos de comprender el carácter universal del juego en las culturas; o lo que es lo mismo: todas las culturas juegan.
En cuanto a la difusión de juegos foráneos, consideramos que se hubiera necesitado no sólo el contacto cultural, del que ya existe conocimiento en la Antigüedad y en la Baja Edad Media, sino también el asentamiento de otros grupos en nuestras islas, lo cual no sucedió hasta comienzos del siglo XV.
La complejidad del mapa de nuestros juegos aumenta con la llegada en 1402 de Jean de Bethencourt, barón normando al servicio de Juan de Castilla. Con él se inicia la conquista de las Islas, que concluyó en 1496. Este hecho supone el comienzo de la entrada paulatina de otros pobladores, primero de los normandos e inmediatamente de los castellanos. El flujo de pobladores peninsulares fue una constante, frenada solamente por el descubrimiento de América.
Los juegos que practicaba la cultura aborigen han llegado a nosotros a través de diversas fuentes, muchas veces presentadas en forma de breves referencias que, en la mayoría de los casos, nos ofrecen una información muy limitada.
Desde el punto de vista del concepto «juego», es necesario precisar que barajamos una idea genérica de juego, en la que incluiremos tanto las «actividades físicas», imposibles de desligar en los primeros grados de evolución cultural de muchas prácticas funcionales, como las prácticas lúdicas en sí mismas.
Los juegos de los aborígenes canarios eran de participación individual y de enfrentamiento con un oponente. Es un punto de gran interés comprobar que no existieron juegos de carácter colectivo, lo que podemos explicar porque los juegos motores de estrategia se relacionan más con culturas de mayor complejidad en su organización social.
El grupo de juegos que consideraremos en este apartado son los siguientes: lucha, juego del palo, lanzamiento y esquiva de piedras, pulseo de piedra, salto del pastor, y salto de vara. No incluiremos en esta ocasión otras actividades físicas, de las que no existe evidencia de que hubieran podido ser juegos, como ocurre con los casos de la ascensión de maderos y troncos a riscos, el nado, y la carrera.
[1. Mural alegórico Juegos Aborígenes Canarios: Lucha Canaria,
Juego del Palo, Salto del Pastor y Levantamiento de Piedra.-
Lateral carreta CP. Teófilo Pérez, Tegueste, Abril de 1997]
Lucha Canaria
Este es uno de los juegos más reflejados en las fuentes documentales; podemos decir que su práctica entre los aborígenes canarios era algo común en las fiestas; sin embargo, esto no quiere decir que la estructura actual de la lucha se asemeje a lo que debió ser la lucha del aborigen, que nos es desconocida.
En la Crónica Real de Juan II de Castilla (1420), de Alvar García de Santa María, se narra una embajada del obispo Fray Mendo, a cargo de Diego Fernández, en solicitud de ayuda para Lanzarote. En dicha embajada viajaron dos canarios de la isla de Gran Canaria convertidos al cristianismo.
«(...) que eran cristianos el uno era el gran luchador; Maguer que era de quarenta años no había en la corte quien luchase con él».
Fray Alonso de Espinosa en su obra Historia de Nuestra Señora de Candelaria (1594) nos cuenta, a propósito de las costumbres de los aborígenes canarios, cómo la lucha era una manifestación de sus fiestas: « ... y aquí mostraba cada cual su valor, (...) con mucha ligereza y mudanzas, luchar, (...)».
En el año 1527, con motivo del nacimiento de Felipe II, se celebraron en La Laguna unos juegos, en los que se incluye la lucha, y en la que ya se aprecia un aspecto elemental de la estructura actual de la lucha canaria: dar dos caídas o vencer dos veces.
«Habrá luchas, y el luchador que venciere a tres, dando a cada uno dos idas sin recibir ninguna, ganará dos varas de la misma seda. El día del Corpus se duplicarán los festejos (...)».
Hasta el final del primer tercio de este siglo la organización de los enfrentamientos correspondía a un modelo evolutivo natural, consistente en la competición de unos pueblos o bandos (norte-sur) contra otros, o de unas islas frente a otras.
Curiosamente, la lucha vio nacer su primer reglamento en Matanzas (Cuba), en 1872. Y ha sido más recientemente, en el año 1960, con el Reglamento General Orgánico, cuando se consensuó un reglamento común para todas las islas.
La lucha canaria es un deporte de oposición que se fundamenta en el enfrentamiento de dos adversarios, los cuales desde una posición inicial de bipedestación y agarrre a la boca-manga del pantalón, procuran, durante un tiempo no superior al minuto y medio, sin salirse de un terrero circular, desequilibrar para hacer tocar al contrario con cualquier parte del cuerpo que no sea la planta de los pies y utilizan para ello una serie de «mañas» o técnicas, tanto de manos como de pies o combinadas y en las que está prohibido el golpeo.
Existen varios sistemas de lucha: por equipos, ya sea a tres agarradas, lucha corrida, o todos contra todos; enfrentamientos individuales, por pesos, categorías o desafíos. La forma más habitual se desarrolla entre dos equipos, por lo general de doce luchadores cada bando, enfrentándose individualmente. .
Juego del palo o palo canario
El conjunto de prácticas que podemos agrupar bajo la denominación de palo canario, se basa en una esgrima entre dos jugadores con un palo en las manos. En cualquier caso, los juegos de palo y garrote o lata son dos actividades que debemos a los aborígenes canarios y que fueron consecuencia de la evolución de actividades bélicas.
La diferencia entre las modalidades de juego existentes viene determinada por el tamaño del palo, distinguiéndose tres modalidades: palo chico, palo mediano y garrote o palo grande.
La primera noticia sobre el uso de palos, por parte de los aborígenes, la encontramos en la crónica bethencouriana (1402), y hace referencia a los bimbaches, o pobladores de la isla de El Hierro «(...) y los hombres llevan grandes lanzas sin hierro, (...)».
Existen dos referencias, de las cuales podemos deducir el carácter lúdico del juego del palo; la primera se debe a Antonio Cedeño, soldado a las órdenes de Juan Rejón, y que escribió una controvertida crónica en 1478;
«El día que celebraban la boda, (...), la llevaba a su casa la mujer i hacian grandes comidas y juegos: (...); hacian un general torneo de palillos o varillas pintadas de colorado con sangre de drago; (...)».
La segunda se debe a Leonardo Torriani, ingeniero cremonés que escribió una Historia de las Islas en 1590 y que dejó un documento valiosísimo: un dibujo de dos canarios en una plazoleta en una especie de ritual con varas de mediano tamaño.
«Cuando dos canarios se desafiaban a duelo, iban al lugar señalado para ello, que era una plazoleta alta, que en cada extremo tenía una piedra llana, grande tan sólo cuanto podía mantenerse encima de ella un hombre de pie. Primeramente cada uno de ellos se ponía encima de su piedra, (...) con el bastón llamado magodo y amodeghe. (...) Después bajaban en tierra y se enfrentaban con los magodos, esgrimiendo y buscando cada uno su ventaja (...)».
Otro de los factores que distinguimos para justificar el ludismo en el juego del palo aborigen es su incorporación a las fiestas, de lo cual tenemos referencias en bodas y en la fiesta del Beñesmen. Del resto del uso del palo con un carácter lúdico poco conocemos, y menos aún lo que significó la transculturización de esta actividad.
El palo siempre ha ido asociado a unas funciones determinadas, que podemos resumir en defensa, manejo de animales y apoyo para deambular por los caminos y barrancos.
Las diferencias que encontramos en los juegos que tienen en común un palo vienen determinadas por el tamaño de este y por la forma de entenderlo y enseñarlo. Respecto al tamaño, se distinguen tres tipos: palo chico, corto o macana; palo mediano o vara; y palo grande, lata, astia, lanza o garrote. En lo que concierne a la forma de entender el palo, se ha transmitido a través de escuelas, que han conservado también sus propias técnicas.
El juego del palo es, en definitiva, una esgrima, cuyo espacio está definido por los jugadores, compuesto por un conjunto de técnicas rápidas que lo hacen muy vistoso, y que no posee una forma explícita de terminación, viniendo ésta determinada por el control del hombre de respeto u hombre bueno, o bien por resultar evidente para los practicantes quién es superior.
[2. Palmeros jugando al palo].
Las dimensiones y características del palo varían según sea chico, vara o garrote. Para Ossorio el palo corto es el que va desde el suelo hasta la mano, o bien el que puede ser escondido. El palo mediano o vara es aquel que va desde el suelo hasta el corazón, o como máximo hasta la barbilla del jugador. El palo grande, garrote, lata, astia, asta o lanza, siempre supera la altura del individuo, oscilando entre dos y cuatro metros. Las maderas con las que se preparan los palos han de ser enteras, y pueden ser de los siguientes árboles: la sabina, paloblanco, acebuche, mocanero, tarajal, eucalipto aceviño, almendrero amargo, etc., pero sobre todo el membrillero (...) los más aceptados por su resistencia y ligereza. La forma de los palos también difiere: el palo chico es grueso como el palo grande, terminando a veces en una acentuación de su grosor; el palo mediano consta de dos partes: trozo (de donde se agarra) y punta, que es el más estrecho; el palo grande es uniforme, alcanzando un grosor equivalente a dos dedos de la mano.
Los buenos jugadores de palo suelen ser aquellos que no se desplazan, o lo hacen poco, y utilizan técnicas efectivas y no movimientos preestablecidos, rayando más en la danza, que es la ejecución del jugador inexperto. En el palo mediano o vara es muy espectacular oír silbar el palo cuando se desplaza. El juego del palo es una práctica vertiginosa, que hace introducirse poco a poco a los contendientes y necesita la presencia del hombre bueno. Esta figura no está institucionalizada, pero es conveniente su presencia, ¿cuándo?, esto lo sabe el maestro, o los asistentes ocasionales. Como hemos tenido ocasión de escuchar a Ossorio, el hombre de respeto es para cuando los palos se calientan... En pura esencia, debemos afirmar que es juego porque los jugadores intentan marcar y no golpear; en este control reside el componente lúdico.
Hay muchas técnicas, pero dejaremos constancia solamente de las más significativas. Para el palo chico: palo sentado, palo al cogote, palo a los dedos, palo al codo. Para el palo mediano: atajados, recogidos, golpes laterales a cabeza o cuerpo. Para el palo grande: enganches, golpes diversos, levantada, revoleadas.
Lanzamiento y Esquiva de piedras
El lanzamiento y esquiva de piedras es otro de los juegos aborígenes estrechamente ligados a una actividad funcional de carácter bélico. Existen muchas referencias respecto a la enorme habilidad que poseían los aborígenes canarios para el empleo de piedras como arma arrojadiza incluso labrando las piedras que utilizaban para este fin. Cuenta Fr. Alonso de Espinosa, en 1594: «(...) usaban de unas pelotas de piedras rollizas que tiraban con mucha fuerza».
Las referencia de esta actividad como juego es clara. Por una parte, encontramos alusiones a la pugna:
«Pues su ligereza era tanta, que a diez pasos esperaban que les tirase quien quisiese una piedra o lanza, y no había acertarles, porque hurtaban el cuerpo con mucha destreza». (Espinosa, 1594)
También conocemos cómo hubo ocasión de servirse de esta habilidad para lanzar y esquivar piedras con el fin de sacar beneficio.
«Antonio de Nebrija, en sus Décadas, cuenta de un canario que, sin mudar los pies de un lugar, aguardaba que le tirasen a la cabeza a doce pasos, sin que le hiciesen mal, diez y doce piedras, y que esto hacía todas las veces que le daban un cuarto; y dícelo como admirado. Y canario hubo, que daba a tres hombres doce naranjas a cada uno, y él tomaba otras doce, y tiraba a cada uno de ellos y las empleaba todas, sin que ninguno de los otros que a él le tiraba, emplease en él ninguna, si no fuese en las manos con que las recogía, y habían de estar apartados diez pasos. Y todas las veces que querían, hacían estas apuestas». (Abreu, 1602).
Una de las referencias más interesantes, no sólo para esta actividad sino para el conjunto de los juegos aborígenes, es la que nos muestra el carácter instructivo en la esquiva de pelotas de barro, con las cuales se iniciaba a los niños en esta en la isla de La Gomera.
«Eran los gomeros gente de mediana estatura, animosos, ligeros y diestros en ofender y defenderse, grandes tiradores de piedras (...) Acostumbraban los naturales de esta isla, para hacer diestros y ligeros sus hijos, ponerse los padres a una parte, y con pelotas de barro les tiraban, porque se guardasen; y como iban creciendo, les tiraban piedras, y después varas botas y después con puntas (...) Y éranlo tanto, que en el aire tomaban las piedras y dardos y las flechas que les tiraban con las manos» (Abreu, 1602).
Este juego desapareció, probablemente tras la conquista de las islas, pues no se ha encontrado ninguna referencia acerca de su práctica posterior.
Levantamiento o pulseo de piedras
El manejo de grandes piedras siempre ha sido una actividad habitual en el medio rural, la cual derivó a una manera peculiar de cubrir el ocio por quienes deseaban probar sus fuerzas levantando aquéllas. El levantamiento o pulseo de piedra es una prueba de fuerza, con la que se medían los aborígenes canarios. Se denomina pulseo, cuando debe levantarse la piedra sobre la cabeza sin tocar el cuerpo, mientras que levantar la piedra permite el contacto con éste.
[3. Exhibición de Levantamieno de Piedra].
La primera y única referencia que aparece en los cronistas se debe a Fray Alonso de Espinosa (1594); la descripción se refiere a los pobladores de Tenerife:
«Eran hombres de tanta ligereza que se cuentan algunas cosas de ellos casi increíbles. Una piedra guijarro está en esta isla, en el término de Arico, maciza, mayor que una grande perulera, la cual vide yo y es común plática entre los naturales que con aquella piedra iban sus antepasados a probar sus fuerzas, y que la levanttaban con las manos y la echaban sobre la cabeza a las espaldas con facilidad; y ahora no hay hombre, por membruno que sea, que la pueda levantar ni dar viento».
El levantamiento o pulseo de piedra se realiza con la piedra tal y como se encuentra en la naturaleza, de ahí la gran importancia del agarre y poseer manos grandes y fuertes. El pulseo se considera la forma más limpia de levantar la piedra y concluye con la extensión de los brazos; también se puede realizar en dos tiempos, el primero a la altura del pecho. En cualquier caso, siempre se buscaba quien la pulseaba el mayor número de veces. En cuanto al levantamiento de piedra, su técnica consiste en buscar un apoyo del cuerpo con el que servirse para alzar el peso.
A veces, había piedras que eran destacadas por ser muy difíciles de pulsear, como la piedra de los valientes (Arico) y la piedra de los mocanes, en Frontera (El Hierro). En la actualidad, son pocos los practicantes de esta modalidad, limitándose a demostraciones en eventos y exhibiciones.k
UN ABRAZO DE LUZ
MEBABIAH