Mujeres maduras
Las que aprendimos, con el paso del tiempo, a medirlo poco a poco.
Las que nos forjamos con dolor y miedo, con inexperiencia y sin manual de instrucciones.
Las que parimos y amamantamos, y perdimos hijos y luchamos por los que nos quedaron. Las que vivieron felices hasta que supieron que no comerían perdices... que la vida no era el cuento de hadas que nos explicó mamá, ni se visualizaba en las letras de las románticas canciones que nuestros artistas nos susurraban al oído a través de los auriculares.
Ni el amor se escondía en Cumbres Borrascosas, ni los besos los daba Clark Gable, ni las miradas eran las de Red ford en "El hombre que susurraba a los caballos".
Mujeres guerreras sin más armas que el tesón y las ganas de salir adelante. Mujeres que con el tiempo nos quedamos solas ante lo desconocido, porque simplemente quisimos cambiar el mundo, nuestro mundo equivocado, desaprendiendo lo que nuestras madres nos enseñaron y que ya no servía en un mundo que gira con vértigo hacia la muerte. No quisimos aceptar una resignación inútil, no quisimos morir en vida.
Quisimos ser protagonistas de una película real donde el final nunca se sabe.
Decidimos caminar por senderos de piedras, por caminos inundados de nuestras propias lágrimas hacia el cielo de la libertad, de un amor diferente, de la cima del monte del saber... saber ser mujer, saber ser persona, saber enfrentar vida y lucha, hijos y hogar, muerte y descubrimiento de la felicidad.
Como el vino, como la fruta, mejorando con los años, adquiriendo sabiduría, despertando día a día con la claridad de quien sabe lo que quiere, de quien no se rinde, de quien sabe tomar decisiones, incluso cuando duele el alma.
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