UNA CARTA AL HAMBRE
Huye por favor, de este pobre mundo, por la piedad de tus víctimas, por el dolor de todos. Despídete definitivamente de esta arca, que si el profeta hubiese remotamente acaso imaginado tu gran apego, nos hubiese dejado sucumbir ante el diluvio.
Vete, maldita hambre que atormentas cual látigo, a esos pobres seres. Tú y las guerras, los crímenes, los desvanes políticos, tú y el orgullo de pocos. Vete, no vuelvan. Me duele y atormenta, las muecas de esos pobres niños que aun no saben lo que es el comer, como lo desearían, y como el todopoderoso lo dijo en su sagrada oración, el padre nuestro. El nos perdona nuestras ofensas, pero si tú estás presente miseria, no podríamos tener el pan de cada día.
Respóndeme, dime, ¿por qué te empeñas? ¿Por qué continúas presente? Mi dolor va más allá de un simple sentimiento de lástima. Miles de rostros hambrientos, enormes vientres, largas piernecitas flacas y débiles que no saben lo que siquiera es dar un solo paso en este cruel mundo, significan el despertar de una honda tristeza producida por la impotencia.
Parece que la injusticia hacia esos pobres seres no es notada. Las Naciones Unidas y otras uniones para la defensa de los débiles, ¿dónde están? ¿Que se han hecho? Maldita seas hambre, déjalos tranquilos. No vale la pena para ustedes, lo que pasa en esos países de pobreza extrema. No les vale la pena que los personajes de nuestras actuales noticias sean ellos, mientras algunos personeros engordan ilegalmente sus depósitos de dinero, sin que a nadie le importe.
Pobre África mía, Bolívar, pobre Ghandy, Luther King, si existieran hoy día llorarían de rabia y decepción, al saber que sus grandes éxitos, se perdieron en la miseria. Pero si hasta la naturaleza se opone, no nos obedece, aunque luchemos contra ella, como lo dijo nuestro gran Simón Bolívar, y mueren miles de personas ante los desastres naturales, aunque la delincuencia, nacida de las malas políticas hambreadoras, regala más víctimas que estos. Porque en las memorias, y en los miles libros, se recuerdan los tantos judíos, eliminados sin razón, por la sed de poder, por un solo hombre. Que absurdo.
Si no existieras tú, esto sería el paraíso, lo siempre soñado. Si no existieras tú, todo sería distinto. ¿Por qué no haces tus maletas y te despides de este mundo para llamarlo como tal? Te escribo esta vez, soñando con no hacerlo jamás, reclamándote en sus nombres, y exigiéndote en el mío propio, que te marches. ¿No te da lástima acaso, o dolor? No tienes entrañas, no tienes fe ni sueños. No, no los tienes, no podría algo tan miserable, tenerlos.
Por eso no sientes lástima, por eso el dolor no se presenta en ti, para que sintieras lo que se siente con tu presencia. Algún día, si no estás, existirá una alegría en esos tristes rostros, una sonrisa, cuando el dolor desaloje esos cuerpos, y esos niños tengan un hogar digno, comida, educación, un juguete. Cuando San Nicolás, el niño Jesús y los Reyes Magos también existan para ellos, y les obsequien los juguetes de sus sueños. Sin tu presencia, las escuelas abrirán sus puertas a todos. Habrá cunas para descansar en ellas y soñar con angelitos también. Existirá el cielo azul limpio para todos. Solo cuando estés lejos, podrán correr todos los niños por los senderos de la felicidad. Cuando ya no estás, podré morir en paz. Cuando algún día las puertas de este mundo se cierren, cuando tu también mueras.