La muerte de Santa Claus
En un recóndito paraje de la Sierra de Maltrata en el Estado de Veracruz, donde los
habitantes no saben, ni les importa, si son poblanos o veracruzanos, existe una
pequeña congregación donde los niños se reúnen todos los años el 24 de Diciembre
para recordar la muerte de Santa Claus.
Al pueblucho de no mas de 200 habitantes, le cambiaron hace diez años el nombre,
era conocido como San Pablo Chalchicomula, y hoy se denomina San Pablo de Santa
Claus.
Los mayores están convencidos que Santa Claus existió y para firmeza de sus
convicciones llevan a quien lo duda a visitar la tumba del mítico personaje que ocupa
un privilegiado sitio en el camposanto del lugar, el sencillo túmulo tiene encima una
tosca loza de piedra de cantera con una inscripción que reza:
“Aquí descansa Santa Claus, murió contento a las 12 de la noche, trayendo regalos a
los niños de San Pablo el 24 de Diciembre de 1991, lo recordaremos siempre con
tristeza pero con amor”.
Para quienes no creen en la necesidad que tienen los niños de todo el mundo de creer
en Santa Claus, les relato la historia tal y como me la relató el delegado municipal de
San Pablo de Santa Claus, me pidió que no la diera a conocer en San Pablo pues desde
que Santa murió, los niños del pueblo se dedican a hacer muñecos de paja y arena,
pretendiendo reproducir la estampa de Santa, de su venta en los tiempos
navideños el pueblo recibe algunos pesos que se dedican a la compra de regalos en
Orizaba, regalos que traen alegría a los niños de San Pablo, de paso, los mayores que
recuerdan la noche en que murió Santa hacen fiesta y banquete.
Tienen ya motivo para festejar y recordar una efemérides, ningún otro pueblo del
mundo puede darse el lujo de jactarse de tan extraordinario hecho. Noche triste su
Nochebuena, pues recuerdan la muerte de Santa, pero al final de cuentas, el pueblo ya
tiene algo para recordar, el pobre pueblo, antes que Santa muriera, ni siquiera tenía
fiesta del pueblo, la Navidad era triste y vacía.
Hoy sigue siendo triste, pero el 24-25 de Diciembre el pueblo se inunda
con el recuerdo de su Santo Patrón: “Santa Claus de San Pablo”.
Va la historia, como me la contaron se las cuento yo:
A finales de los treinta, con la oleada de refugiados que huían de la revolución
española, llegó un gallego de Vigo, corto de entendederas pero hábil para hacer pan,
nunca supo ni porqué salió de España, en su tierra, los franquistas le habían quitado
las pocas pertenencias que tenía, en campaña con el ejército le obligaban a hacer pan
para la tropa, sin recibir mas paga que los certificados de postguerra, terminada ésta
nunca supo a quien cobrar, por instigación de un compañero también tahonero se
enroló en un barco con la intención de “hacer la América”; su facha de gachupín le
facilitó la entrada por Veracruz, sin saber cómo o por qué llegó a Orizaba, le gustó el
clima y el trato de muchos paisanos que encontró y principió a hacer lo único que sabía
hacer, hizo pan.
Pensando al igual que muchos refugiados en hacer plata para regresar a Galicia,
creció económicamente a base de guardar todo lo que ganaba, llevando una vida
miserable aprendió algunos secretos de las finanzas informales, lo que ganaba
haciendo pan lo invirtió prestando dinero en condiciones de agio, su vida fue
derivando involuntariamente a la misantropía propia de los agiotistas, nada le
importaba sino ganar dinero, fue acrecentando sus bienes hasta convertirse en un rico
casa teniente de la región, su elemental cultura no le otorgaba mayores placeres que
mal comer, mal vestir y ocasionalmente tomarse a solas una botella de vino tinto
barato, el único lujo que se permitía.
Pensando en el regreso a Galicia, todo lo que ganaba lo convertía en efectivo,
se privó de compañía femenina pues resultaba un gasto que podía evitar, nunca se
casó ni tuvo hijos, envejeció sin conocer mas placer que trabajar, ganar dinero y
guardarlo, típico avaro que era feliz sin tener necesidad de amar o ser amado.
La fría noche del 24 de diciembre de 1990 regresaba a su casa cansado después de un
fatigoso día, sus más de ochenta años de edad le hacían penoso el caminar, un niño
limosnero se le acercó a pedir ayuda, que por supuesto negó, el niño le regaló un
caramelo de los muchos que reparten en las fiestas decembrinas, continúo su camino y
decidió llamar a las puertas de la casa de uno de los muchos deudores que se
retrasaban en el pago, al abrir la puerta le invitaron a pasar y a incorporarse a la cena
servida, aceptó, dado que no le pagarían y con ello podía ahorrarse el costo de una
comida, lo trataron con amor y le despidieron con promesas de pagarle en poco
tiempo.
Cerca de su casa pasó por una pequeña iglesia, el sacerdote le invitó a pasar a la
sacristía y tomar un trago del vino que le gustaba, aceptó y departió con el sacerdote
hasta casi las doce de la noche, se despidió recibiendo del sacerdote la expresión
clásica: €œFelices fiestas€.
Ya para entrar a su casa vio junto a su puerta a tres pequeños acurrucados y tapados
con periódicos para soportar el frío, los despertó y los pequeños le sonrieron y solo le
dijeron “Feliz Navidad” para volver a enrollarse en sus periódicos y tratar de conciliar el
interrumpido sueño; entró a su casa y por primera vez en su vida sintió la soledad que
nunca le había molestado, se acostó y rompió en llanto, descubrió que la felicidad
compartida es el mas valioso tesoro que puede poseer el ser humano.
Al día siguiente, temprano se dirigió al templo a pedir consejo al sacerdote que le
había invitado la noche anterior, lloró relatando su frustración existencial,
confesó que los sueños de regresar a Galicia le atemorizaban, primero por que no quería compartir con sus parientes pobres la fortuna acumulada a base de privaciones,
y después, muchos años después, por que en Galicia no tenía ya a nadie con quien
compartir su vida.
El cura quedó azorado ante la disposición del gallego de dar parte de su fortuna a los
necesitados, solo atinó a dar un consejo, seguramente influido por el ambiente
navideño le dijo:
“Alegra a los niños, sé Santa Claus”.
El gallego atendió el consejo del sacerdote, a partir de ese día se dedicó a buscar a
quien ayudar, recordando al pequeño que le había dado un caramelo en
correspondencia a su negación de darle limosna, tomó por costumbre cargar una gran
bolsa cargada de caramelos;en recuerdo de quienes le invitaron a cenar cuando fue a
requerirles del pago de la deuda, decidió perdonar a todos sus deudores, entendió el
símbolo de la copa de vino compartido y a partir de ese día acudió a los hospitales para
dar auxilio a quienes estaban postrados por enfermedad; buena parte de su fortuna la
dio a los hospicios para niños de la calle y noche a noche recorría la ciudad auxiliando a
los pequeños que encontraba durmiendo en la calle.
Pasó todo el año de 1991 buscando a quién ayudar, hizo mucho más, pero en su fuero
interno sufría viendo las muchas miserias que se enseñorean en el cotidiano existir de
los pequeños desamparados, fue con su ya buen amigo el sacerdote y le pidió consejo
para tratar de calmar el dolor que le causaba la miseria humana y su incapacidad para
atenuarla, el sacerdote le repitió el consejo:
“Alegra a los niños, sé Santa Claus”.
Desesperado y angustiado le preguntó:
¿Dónde, cómo, a quién, cuándo?, el sacerdote le contestó tranquilo:
“No puedes ayudar a todos los niños todo el tiempo, pero si puedes dar todo tu amor
a quienes solo demandan un rato de alegría cuando la fiesta se presenta, en Navidad
buscarás un pueblo de la sierra donde nunca llega Santa Claus ni los Reyes Magos,
cuando hallas encontrado los más pobres entre los pobres de la montaña,
los más necesitados en la región, aquellos que nunca han pensado que existan las
hadas ni los reyes magos, prepárales la visita de Santa Claus, un día de felicidad para
ellos les dará un tesoro de recuerdos para toda la vida”.
Cerca de Orizaba abundan los pequeños pueblos donde nunca llega Santa Claus,
el gallego se dedicó a buscar uno de los mas miserables, lo encontró en la Sierra de
Maltrata, se llamaba San Pablo Chalchicomula.
Contrató un pesado camión de carga y lo llenó de ropa, juguetes y golosinas de todo
tipo, para dar la imagen real de Santa, compró un traje del personaje y la tarde del 24
de Diciembre de 1991 arrumbó hacia la sierra de Maltrata; el camino es de muy difícil
acceso, las cuestas y curvas del camino hacen peligrosísimo el viaje.
El Santa gallego no se arredró y a las 11:30 de la noche del 24 de diciembre inició el
descenso por el empinado camino; la noche estaba cerrada en la niebla normal en ese
tiempo y a esas horas, la difícil cuesta requería de un descenso de mas de 500 mts. de
torcidas curvas, en la primera de ellas perdió el control del camión y se volcó, dio dos o
tres maromas lanzando la carga cuesta abajo, nuestro Santa Claus salió rebotando
entre juguetes, ropa y dulces; el camión quedó atorado cuesta arriba, pero los
juguetes, las golosinas y la ropa cayeron junto con Santa hasta el final de la cuesta
donde está el pequeño pueblo de San Pablo Chalchicomula.
Todos los vecinos despertaron y acudieron hasta donde yacía Santa Claus, quien al ver
a los niños sólo alcanzó a decir: “Feliz Navidad, los amo” ... y murió.
Como podrán ustedes constatar, el cuento de Navidad es triste, tal y como es la vida
en la sierra mexicana, hay niños humildes que ya no son visitados por Santa Claus,
pues murió, tal y como le consta a los niños de San Pablo de Santa Claus, quienes
vieron como pronunció con amor sus últimas palabras, la alegría que proporcionó ese
24 de Diciembre a los niños de San Pablo Chalchicomula fue tal, que decidieron ponerle
al pueblo“San Pablo de Santa Claus”.